Fotografía de 'La doña" María López, Creditos, Gilberto Useche G. a
traves de: vivelmeta.com. |
VIAJES DE GANADERIA DE ARAUCA A VILLAVICENCIO, REALISMO MAGICO.
En la década del cuarenta sucedió la aparición de un particular
personaje dentro de la actividad ganadera de los llanos, de quien muy poco hoy
se habla porque sus vivencias no tienen mayor documentación.
Se trató de la Doña de las vaquerías a Villavicencio. De origen
venezolano fue María López, mujer de admirable perrenque que en aquellos años
irrumpió en la historia regional sin pedirle permiso a nadie. Fueron muchos los
viajes de ganadería que organizó y comandó, tomando rumbo en sabanas araucanas
con la mira puesta en el pueblo de Villavicencio.
UNA MUJER QUE CAPORALIABA.
Tomado de el libro "Por la huella del Cabrestero", de Héctor Publio
Pérez Angel.
Por: John F. Flechas
Avella.
En todo el tiempo que yo ganadié, nunca nos acompañó una mujer, pero si
conocí una, que ella misma caporaliaba su ganado desde Arauca hasta
Villavicencio. Se llamaba María López. Mandaba sobre sus 30 y 35 hombres; era
una vieja berraca para el trabajo y para todo, como sería que ella hizo su
capitalito dándole uso a esa cortada que mi Dios le dio, ella prestaba su
cuerpo a cambio de novillos.
Llegaba a las haciendas y compraba 100 o 200 novillos y se dormía a los
ricachones. Una vez se durmió a un tal Víctor, y al otro día le dijo: «!Ola
Viticor y lo de la dormida qué?» «Me va a cobrar Mariá?» le decía el blanco. Le
contestaba: «Usted cree que el sueño que perdí no vale plata?», cinco o diez
novillos le sacaba. A un trabajador le cobraba lo del día, pero eso si no lo
rebajaba, gratis no lo daba.
Ya en el trabajo, era una mujer completa, cargaba un revólver 38 en la
cintura y su buen cuchillo; llegaba con el ganado a un río y si los peones
vacilaban les decía: «Estos güevones, carajo, porque no se empelotan y le caen
al agua».
Se tiraba completamente desnuda al agua y tiraba brazo en ese río como
un macho; cuando no había quien cabrestiara, se tiraba adelante a dirigir el
paso del ganado.
Cuando se quedaban pendejiando embobados mirándola, les gritaba: «!que
les pasa maricas, que lo mismo da verlo que saber que ahí está!». Con esa mujer
una ganadería era dura, tocaba trabajar mucho y aguantar hambre de la real;
mejor dicho esa vieja sí lo hacía ver a uno el diablo por compadre.
Ganaderia, imagen tomada de Google. Créditos a su autor. |
Se decía que María López escogía los mejores vaqueros del Llano y que
casi siempre llevaba cincuenta, por eso le escribieron cincuenta coplas; y a
todos los atendía y los negociaba por el camino; una de esas coplas dice:
Yo vine de Venezuela
con mi esposo coronel
cuando llegó la viruela
pronto me quedé sin él.
El esposo era un coronel Venezolano de apellido Gil, ese fue uno de los
damnificados de la persecución de Juan Vicente Gómez, que creyéndolo enemigo
político, lo desterró como a mucha gente de Venezuela que vino a parar y fundar
sus hatos en Arauca y en Casanare.
Doña María López cuentan que era de San Cristobal, y se decía que era
mas o menos bonita, pero que eso si, tenía un cuerpo bien formado y de color
canela bríllantoso. Uyyy, mejor dicho eso en la joda lo ponía a uno a echar
espuma rapidito. Por eso otra copla dice:
Po' el salto, una morrocota
morrocota de oro puro,
eso si se lo aseguro
que nadie dijo ni jota.
Ganaderia cruzando un rio, imagen tomada de Google. Créditos a su autor. |
Las cuentas de María López
van sumando los jornales,
Las restas son los requiebros
que quitan todos los males.
Y así a cada vaquero le descontaba como decía ella: «los polvos de los
caminos», y cuando llegaban a Villavicencio y ella vendía el ganado, la vieja
llegaba y se ponía los mejores trajes que había, se vestía con britches, botas
y sombrero, mejor dicho se ponía como una reina, aretes, perfumes, ropaje fino
y no se que más. Citaba a los vaqueros a un café, y empezaba a llamar a uno por
uno, por ejemplo: «¿Marco Arialdo cuánto le debo, fueron tantos días
ganadiando, cierto?». «Si señora» contestaba el peón. Como era bien escueta le
decía: «con usted fueron catorce polvos, entonces le debo tanto».
Llamaba a otro y lo mismo, a algunos les decía: «bueno, usted como se
dobló, entonces es tanto». el vaquero le decía: «pero usted fue la que me jaló
para la segunda», y ella replicaba: «¿ustedes que creen conmigo, les doy
trabajo, los traigo a pasear y fuera de eso quieren de aquello gratis?» y así a
cada quien le descontaba los polvos de los caminos. Mejor dicho a cada uno le
llevaba su hoja de vida, «¡ah! y el rato con fulano?, usted dijo que me
respondía», y ahí le descontaba; así ella movía su ganado, casi sin gastar
plata y eso le quedaba esa chequera llenita y vivita.
Trabajando ganado en un corral, imagen tomada de Google. Créditos a su autor. |
Eso si cuando la vieja llegaba a Villavicencio era todo un espectáculo allá en el «Café Arauca», que quedaba en la esquina del parque en diagonal a la Iglesia. Se sentaba con la llanerada a tomar, emborrachaba a más de uno y ella seguía tranquilita echando miche.
Eso no se le olvida a uno, porque historias como la de María López, son
muy contadas en el Llano; por lo menos yo no he escuchado por boca de otros
vaqueros, de otras mujeres que hicieran estas hazañas.
Bueno, ya cuando llegábamos con el ganado de un blanco a Villavicencio,
y el caporal era un hombre, ¡no!, le buscaban el hotelito a uno mientras
vendían el ganado, por ahí a los dos días, venía lo de la liquidación o pago,
por dueño del ganado y el acuerdo del caporal.
Mientras el caporal ganaba de cuatro a cinco pesos, el vaquero se ponía
el precio de acuerdo como se desempeñara. Un vaquero ganaba en promedio, diga
usted, dos y tres pesos; ¿ qué son hoy día tres pesos? Pero en esa época que
era como entre 1925 y 35; yo tenía unos dieciocho años más o menos, porque
ahora estoy pegado a los setenta y nueve años, si la cédula no me falla; uno
llegaba a Villavicencio con ochenta o un poco más de cien pesos y a bailar y a
fiestiar, eso comprábamos cerveza a diez y quince centavos, y se pegaba uno
unos borracherones, ¡Virgen de Manare!; además jodíamos con mujeres, por que
eso sí, s faltaban a los vaqueros; decíamos, «vamos a buscar una guata pa'
joderla esta noche, pa’ echarle pichón».
En todo caso cuando se nos iba a acabar la plata, comprábamos una muda
de ropa, un sombrero nuevo, un caucho para el invierno, un poco de azufre, que
se utilizaba para darle revuelto con sal al ganado para que botara los nuches;
también se usaba revuelto con dulce de caña para curarse uno del carlanchín; o
se usaba disuelto en agua para mojarle la cabeza a los niños para que no se
'yelaran' de muerto en un velorio; además, unas argollas para hacer una cincha,
hoy en día dicen: voy a comprar una cincha, ya no saben ni hacerla. También
tengo que comprar argollas que las riendas se me jodieron, o que mi hermana me
encargo una aguja para hacer un pellón, toda esa joda, esos encargos, esas
güevonaditas, y si nos sobraba plata seguiamos parrandiando hasta quedar como
la pija de un guajibo, ¡pelaos!, y sin un real en la mano!, y ahí si afílese
para la casa o a buscar otro trabajo.
Ganaderia cruzando un rio, imagen tomada de Google. Créditos a su autor. |
En las ganaderías eso si nunca nos acompañó una mujer, -lo de María
López, yo creo que es único- más bien cuando en esas ganaderías uno llegaba a
una posada, y había una china, apenas la mamá le daba un chance de quedarse
solita un ratico, ahí mismo estaba uno proponiéndole: «bueno que si tiene novio
o qué», y si decía no., no tengo, «entonces vamos a tener amores», pero eso la
primer palabra que uno usaba era de matrimonio y a la voz de matrimonio, claro
eso era ya. En muchas quedadas uno esperaba que la vieja se acostara para que
luego saliera la china. Pero en cada uno de esos viajes eso si no faltaba un
vaquero que quedara por ahí enredado con una muchacha de esas, o a veces
quedaban con hijos, yo por ejemplo dejé uno en la Victoria, y así hasta que
también me tocó amarrarme.
Bueno y como nos la pasábamos de un lado para otro, para conseguir
mujer, era cuando uno menos pensaba, porque como a uno no le faltaban las
mujeres, eso antes sobraban; andando como buen jinete en buen caballo y bien
aperadito, las mujeres lo miraban mucho a uno. Por lo menos yo venía de Arauca
hasta el Cusiana y cuando hacíamos posada en el Cravo, si había una fiesta me
ponía a bailar y esa noche me cuadraba lo menos dos o tres novias; a los dos
días ya estaba en Cusiana y en los bailoteos ya me estaba cuadrando otras dos y
así, llegaba aquí a la Turua o al Güirripa y ahí tenía novias, llegaba al Duya,
al Guanapalo, al Ariporo por todo esos lados yo tenía novias, mejor dicho por
todo Casanare, como era soltero y no pensaba todavía en hacer paramento en
algún lugar. uno que comprometerse para quedarse ni que nada, yo me vine a
hacer a la mujer a los treinta y cinco años, mejor dicho me regalé cuando me
cansé de vivir sólo, para mejor decirle, me casé; aunque después de casado
seguí andando, jinetiando, toriando y parrandiando, unas veces sólo otras veces
con la mujer; uno empieza a achicarse es cuando empieza a tener los hijos
Durábamos ocho y diez días parrandiando y envainando por ahí en esos
negocios. Me acuerdo que en Villao las casitas eran de paja y las calles
empedradas..
Bueno, eso era una ganadería de Arauca a Villavicencio,... ¡Hoy ya no
hay Llano.. El Llano va de culo pal' infierno y no hay barranco que lo pare!.
Fotografía de 'La doña" María López, Creditos, Gilberto Useche G. a
traves de: vivelmeta.com. Siguientes fotos, créditos a su autor.
Hermoso documento, y en el Meta no hay alegorías sobre estos episodios de la ganadería.
ResponderBorrar