jueves, 6 de agosto de 2020

VIAJES DE GANADERIA DE ARAUCA A VILLAVICENCIO, REALISMO MAGICO.


Fotografía de 'La doña" María López, Creditos, Gilberto Useche G. a traves de: vivelmeta.com. 

VIAJES DE GANADERIA DE ARAUCA A VILLAVICENCIO, REALISMO MAGICO.

En la década del cuarenta sucedió la aparición de un particular personaje dentro de la actividad ganadera de los llanos, de quien muy poco hoy se habla porque sus vivencias no tienen mayor documentación.

Se trató de la Doña de las vaquerías a Villavicencio. De origen venezolano fue María López, mujer de admirable perrenque que en aquellos años irrumpió en la historia regional sin pedirle permiso a nadie. Fueron muchos los viajes de ganadería que organizó y comandó, tomando rumbo en sabanas araucanas con la mira puesta en el pueblo de Villavicencio.

Esta señora dueña de historias cargadas de realismo mágico, con la misma naturalidad que compartió las difíciles largas travesías liderando su “tripulación”, así le decían al equipo de vaqueros, en la capital del Meta asumía el rol de ganadera reconocida reuniéndose con sus pares masculinos, para negociar y por igual tomar brandy en los reconocidos bares pueblerinos. 


UNA MUJER QUE CAPORALIABA.

Tomado de el libro "Por la huella del Cabrestero", de Héctor Publio Pérez Angel.

Por: John F. Flechas Avella.

En todo el tiempo que yo ganadié, nunca nos acompañó una mujer, pero si conocí una, que ella misma caporaliaba su ganado desde Arauca hasta Villavicencio. Se llamaba María López. Mandaba sobre sus 30 y 35 hombres; era una vieja berraca para el trabajo y para todo, como sería que ella hizo su capitalito dándole uso a esa cortada que mi Dios le dio, ella prestaba su cuerpo a cambio de novillos.

Llegaba a las haciendas y compraba 100 o 200 novillos y se dormía a los ricachones. Una vez se durmió a un tal Víctor, y al otro día le dijo: «!Ola Viticor y lo de la dormida qué?» «Me va a cobrar Mariá?» le decía el blanco. Le contestaba: «Usted cree que el sueño que perdí no vale plata?», cinco o diez novillos le sacaba. A un trabajador le cobraba lo del día, pero eso si no lo rebajaba, gratis no lo daba.

Ya en el trabajo, era una mujer completa, cargaba un revólver 38 en la cintura y su buen cuchillo; llegaba con el ganado a un río y si los peones vacilaban les decía: «Estos güevones, carajo, porque no se empelotan y le caen al agua».

Se tiraba completamente desnuda al agua y tiraba brazo en ese río como un macho; cuando no había quien cabrestiara, se tiraba adelante a dirigir el paso del ganado.

Cuando se quedaban pendejiando embobados mirándola, les gritaba: «!que les pasa maricas, que lo mismo da verlo que saber que ahí está!». Con esa mujer una ganadería era dura, tocaba trabajar mucho y aguantar hambre de la real; mejor dicho esa vieja sí lo hacía ver a uno el diablo por compadre.

Ganaderia, imagen tomada de Google. Créditos a su autor.

Se decía que María López escogía los mejores vaqueros del Llano y que casi siempre llevaba cincuenta, por eso le escribieron cincuenta coplas; y a todos los atendía y los negociaba por el camino; una de esas coplas dice:

Yo vine de Venezuela

con mi esposo coronel

cuando llegó la viruela

pronto me quedé sin él.

El esposo era un coronel Venezolano de apellido Gil, ese fue uno de los damnificados de la persecución de Juan Vicente Gómez, que creyéndolo enemigo político, lo desterró como a mucha gente de Venezuela que vino a parar y fundar sus hatos en Arauca y en Casanare.

Doña María López cuentan que era de San Cristobal, y se decía que era mas o menos bonita, pero que eso si, tenía un cuerpo bien formado y de color canela bríllantoso. Uyyy, mejor dicho eso en la joda lo ponía a uno a echar espuma rapidito. Por eso otra copla dice:

Po' el salto, una morrocota

morrocota de oro puro,

eso si se lo aseguro

que nadie dijo ni jota.


Ganaderia cruzando un rio, imagen tomada de Google. Créditos a su autor.

Con el producto de esas morrocotas llegó a tener el almacén mas grande de Arauca; cuando se cansó de ese negocio, empezó a comprar ganado y le dio por irse a llevar ganado de Arauca a Villavicencio. Ella era una caporala muy berraca, no sólo para mandar sino para trabajar, ella echaba pala y machete cuando se necesitaba, decían que orinaba parada, en fin. Como los viajes duraban hasta cuarenta días llevando el ganado, después de una semana, le empezaban las vainas del amor, y entonces cuando tocaba empezar a velar el ganado, ella salía en las noches a ayudarle a los vaqueros y se iba llevando uno por uno, y luego apuntaba sus cuentas en un cuaderno, por eso dice la copla:


Las cuentas de María López

van sumando los jornales,

Las restas son los requiebros

que quitan todos los males.

Y así a cada vaquero le descontaba como decía ella: «los polvos de los caminos», y cuando llegaban a Villavicencio y ella vendía el ganado, la vieja llegaba y se ponía los mejores trajes que había, se vestía con britches, botas y sombrero, mejor dicho se ponía como una reina, aretes, perfumes, ropaje fino y no se que más. Citaba a los vaqueros a un café, y empezaba a llamar a uno por uno, por ejemplo: «¿Marco Arialdo cuánto le debo, fueron tantos días ganadiando, cierto?». «Si señora» contestaba el peón. Como era bien escueta le decía: «con usted fueron catorce polvos, entonces le debo tanto».

Llamaba a otro y lo mismo, a algunos les decía: «bueno, usted como se dobló, entonces es tanto». el vaquero le decía: «pero usted fue la que me jaló para la segunda», y ella replicaba: «¿ustedes que creen conmigo, les doy trabajo, los traigo a pasear y fuera de eso quieren de aquello gratis?» y así a cada quien le descontaba los polvos de los caminos. Mejor dicho a cada uno le llevaba su hoja de vida, «¡ah! y el rato con fulano?, usted dijo que me respondía», y ahí le descontaba; así ella movía su ganado, casi sin gastar plata y eso le quedaba esa chequera llenita y vivita.


Trabajando ganado en un corral, imagen tomada de Google. Créditos a su autor.

Eso si cuando la vieja llegaba a Villavicencio era todo un espectáculo allá en el «Café Arauca», que quedaba en la esquina del parque en diagonal a la Iglesia. Se sentaba con la llanerada a tomar, emborrachaba a más de uno y ella seguía tranquilita echando miche.

Eso no se le olvida a uno, porque historias como la de María López, son muy contadas en el Llano; por lo menos yo no he escuchado por boca de otros vaqueros, de otras mujeres que hicieran estas hazañas.

Bueno, ya cuando llegábamos con el ganado de un blanco a Villavicencio, y el caporal era un hombre, ¡no!, le buscaban el hotelito a uno mientras vendían el ganado, por ahí a los dos días, venía lo de la liquidación o pago, por dueño del ganado y el acuerdo del caporal.

Mientras el caporal ganaba de cuatro a cinco pesos, el vaquero se ponía el precio de acuerdo como se desempeñara. Un vaquero ganaba en promedio, diga usted, dos y tres pesos; ¿ qué son hoy día tres pesos? Pero en esa época que era como entre 1925 y 35; yo tenía unos dieciocho años más o menos, porque ahora estoy pegado a los setenta y nueve años, si la cédula no me falla; uno llegaba a Villavicencio con ochenta o un poco más de cien pesos y a bailar y a fiestiar, eso comprábamos cerveza a diez y quince centavos, y se pegaba uno unos borracherones, ¡Virgen de Manare!; además jodíamos con mujeres, por que eso sí, s faltaban a los vaqueros; decíamos, «vamos a buscar una guata pa' joderla esta noche, pa’ echarle pichón».

En todo caso cuando se nos iba a acabar la plata, comprábamos una muda de ropa, un sombrero nuevo, un caucho para el invierno, un poco de azufre, que se utilizaba para darle revuelto con sal al ganado para que botara los nuches; también se usaba revuelto con dulce de caña para curarse uno del carlanchín; o se usaba disuelto en agua para mojarle la cabeza a los niños para que no se 'yelaran' de muerto en un velorio; además, unas argollas para hacer una cincha, hoy en día dicen: voy a comprar una cincha, ya no saben ni hacerla. También tengo que comprar argollas que las riendas se me jodieron, o que mi hermana me encargo una aguja para hacer un pellón, toda esa joda, esos encargos, esas güevonaditas, y si nos sobraba plata seguiamos parrandiando hasta quedar como la pija de un guajibo, ¡pelaos!, y sin un real en la mano!, y ahí si afílese para la casa o a buscar otro trabajo.


Ganaderia cruzando un rio, imagen tomada de Google. Créditos a su autor.
Claro que el patrón devolvía una comisión con los caballos y a la mayoría de vaqueros para Arauca en avión; éramos pocos los que nos quedábamos en Villao gastando lo que nos ganábamos hasta que resolvíamos buscar otra ganadería.

En las ganaderías eso si nunca nos acompañó una mujer, -lo de María López, yo creo que es único- más bien cuando en esas ganaderías uno llegaba a una posada, y había una china, apenas la mamá le daba un chance de quedarse solita un ratico, ahí mismo estaba uno proponiéndole: «bueno que si tiene novio o qué», y si decía no., no tengo, «entonces vamos a tener amores», pero eso la primer palabra que uno usaba era de matrimonio y a la voz de matrimonio, claro eso era ya. En muchas quedadas uno esperaba que la vieja se acostara para que luego saliera la china. Pero en cada uno de esos viajes eso si no faltaba un vaquero que quedara por ahí enredado con una muchacha de esas, o a veces quedaban con hijos, yo por ejemplo dejé uno en la Victoria, y así hasta que también me tocó amarrarme.

Bueno y como nos la pasábamos de un lado para otro, para conseguir mujer, era cuando uno menos pensaba, porque como a uno no le faltaban las mujeres, eso antes sobraban; andando como buen jinete en buen caballo y bien aperadito, las mujeres lo miraban mucho a uno. Por lo menos yo venía de Arauca hasta el Cusiana y cuando hacíamos posada en el Cravo, si había una fiesta me ponía a bailar y esa noche me cuadraba lo menos dos o tres novias; a los dos días ya estaba en Cusiana y en los bailoteos ya me estaba cuadrando otras dos y así, llegaba aquí a la Turua o al Güirripa y ahí tenía novias, llegaba al Duya, al Guanapalo, al Ariporo por todo esos lados yo tenía novias, mejor dicho por todo Casanare, como era soltero y no pensaba todavía en hacer paramento en algún lugar. uno que comprometerse para quedarse ni que nada, yo me vine a hacer a la mujer a los treinta y cinco años, mejor dicho me regalé cuando me cansé de vivir sólo, para mejor decirle, me casé; aunque después de casado seguí andando, jinetiando, toriando y parrandiando, unas veces sólo otras veces con la mujer; uno empieza a achicarse es cuando empieza a tener los hijos

Durábamos ocho y diez días parrandiando y envainando por ahí en esos negocios. Me acuerdo que en Villao las casitas eran de paja y las calles empedradas..

Bueno, eso era una ganadería de Arauca a Villavicencio,... ¡Hoy ya no hay Llano.. El Llano va de culo pal' infierno y no hay barranco que lo pare!.

Fotografía de 'La doña" María López, Creditos, Gilberto Useche G. a traves de: vivelmeta.com. Siguientes fotos, créditos a su autor.

 



1 comentario:

  1. Hermoso documento, y en el Meta no hay alegorías sobre estos episodios de la ganadería.

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