lunes, 3 de agosto de 2020

LA MUERTE DE LOS HURTADO.


Iglesia y parque principal de Trinidad. Imagen tomada de Google maps.

LA MUERTE DE LOS HURTADO.

(Breve crónica de la muerte de los Hermanos Hurtado y los “rurales” agentes del Das el 28 de Marzo de 1965 en Trinidad).

Corría el año 1965 cuando aún Trinidad era un pueblo de escasas calles marcadas y polvorientas, ranchos en palma y madera con unas pocas de zinc y teja, con cuadras semi vacías atravesadas por caminos para recortar distancias entre vecinos. La tierra De Ramón Nonato Pérez, no solo había parido al “tigre de Arauca” como un llanero resuelto para las que fuera, sino que dejó marcada una descendencia de triniteños que no doblegan ante las más adversas situaciones.

Ese domingo 28 de marzo como cualquier domingo, era común ver llegar jinetes al pueblo, provenientes de todos los confines del llano a realizar diligencias, compra de provisiones, en busca de entretenimiento o negocios especialmente los relacionados con la compra y venta de ganado de cría, cachilapo y de cimarronera.

Un grupo de 4 de jinetes, procedentes del fundo Matapalar ubicado en la margen izquierda del caño El Yatea amarraban sus mulares en un mangón que colindaba con el “congo” (zona de tolerancia) ranchón de palma que funcionaba como uno de los prostíbulos que competían con otros establecimientos de la misma actividad comercial como “Matapalo” “La manea” y Las Palmas dedicados al entretenimiento de adultos.

Una vez aseguradas sus monturas, Diomedes, Germán (pinillo) y los 2 hermanos Mosquera, se dirigieron hacia el centro del poblado caminando por la calle sexta hacia la cancha de futbol ubicada en el centro de la localidad, actualmente el Parque Ramón Nonato Perez. Allí cruzaron en dirección hacia la calle de las puñaladas, en busca de refrescarse con una cerveza Andina, Germania o Costeña en la cantina de Domingo González. (q.e.p.d).

Eran aproximadamente las 5 de la tarde, cuando una patrulla de “rurales” –agentes del DAS- comandados por Juan Barrera Plata, atendiendo la información recibida de un parroquiano, sobre la presencia de sujetos armados en dicho establecimiento, se dirigía presurosa y nerviosamente hacia la cantina de Domingo, donde se encontraban los 4 campesinos provenientes de ese cajón de sabana entre el Yatea y el Guachiría.

Al llegar a la cantina los rurales comandados por Barrera, pidieron a los presentes una requisa a lo que respondió Pinillo: “aquí no hay requisa pa nadie”, en esta discusión un “rural” desenfunda su arma de dotación, le hace un tiro al suelo para amedrentarlos, con tal mala suerte para todos que el proyectil impactó la extremidad inferior derecha de “pinillo”, quien respondió airadamente: “no sea hp aquí también hay” echando mano a su revolver colt caballito, desencadenando una feroz balacera en pleno centro de Trinidad.

Imagen tomada de Google Maps, de la calle donde sucedieron los acontecimientos.

El primero en caer fue German Hurtado ( pinillo), quien cayó mal herido en una zanja frente a la casa de Rito Torres (q.e.p.d). Un disparo en el abdomen lo dejó boca arriba inmóvil pero con vida. Percatándose de esta situación el “rural” Eduardo Rivero, apodado Gitano, se dirigió posiblemente con la intención de desarmarlo, sin tener en cuenta que no hay algo más peligroso que el tiro de un moribundo! Al acercarse al agonizante llanero, este en su último suspiro , disparó su revolver impactando al agente gitano en medio de las cejas; del fulminante impacto este dio un giro de 360 grados y cayó a pocos metros de su atacante pinillo.

Uno de los rurales de apellido Perdomo se atrincheró en el zaguán (corredor interno) de la casa de doña Georgina Albarracín, desde donde disparaba sin que lo vieran, en medio de la reyerta, Demetrio, uno de los hermanos Mosquera busco atrincherarse allí, sin percatarse que el agente del gobierno ya había tomado posición en dicho lugar, quien lo sorprendió quitándole la vida de certeros balazos en el pecho!! Demetrio cayó de medio lado con parte de su cuerpo dentro de la casa donde buscaba atrincherarse, con una mano en su pecho como tratando de buscar trancar la hemorragia letal que le había ocasionado Perdomo.

Diomedes Hurtado se había atrincherado en unos acacias frente a la casa de Isauro Forero – conocido como capitán Forero-, hoy casa de la familia Romero, desde donde hacia feroz resistencia a los demás rurales. José María Bernal, un rural conocido como Bernal, “gateando” en cuatro patas, intentaba alcanzar el zaguán de la casa de Víctor Leal (Padre de Adalía Leal), cuando fue descubierto por Diomedes quien desde su posición a más de 50 metros le propinó un letal disparo a la altura del costado derecho, quedando vivo pero fuera de combate casi en la puerta de la casa de donde intentaba buscar una mejor posición para hacer frente a su ajusticiador.

Tipica imagen de un detective de el DAS rural de la epoca. Fotografía, Créditos, Juan Rodriguez.

En medio de la balacera un tercer rural cayó muerto en la calle, un hombre alto de contextura blanca que quedó expuesto al fuego preciso de uno de los hermanos Hurtado. Otros tres rurales que acompañaban la patrulla salieron huyendo en diferentes direcciones, se escuchaban los gritos de Plutarco, un rural que corría despavorido con dirección al almendrón que se ubica en la esquina de lo que hoy es el parque principal. Advertía a todo pulmón a los transeúntes que despejaran la calle. Otro de los hermanos Mosquera, también huyó en medio de la balacera, dejando a su compañero y amigo Diomedes enfrentando el fuego del agente Perdomo que seguía disparando cuando huía de su escondite en dirección al puesto del DAS.

Al fragor de las balas de 38, don Julián Oropeza en un acto tal vez de congraciarse con los rurales, gritaba en la calle “ les queda uno” “les queda uno”, queriendo decir que en los arboles de acacia quedaba uno de los participantes de la confrontación, algo que al envalentonado Diomedes Hurtado le molestó muchísimo, apuntó su arma e impacto al octogenario Oropeza en su cuerpo.

Cuando se silenciaron los “Colts”, Diomedes caminó hasta donde yacía el cuerpo sin vida de su hermano German Hurtado “Pinillo”, tomó su arma, se la encaletó a su cintura y a paso acelerado recargaba su revolver mientras se alejaba de la calle de la refriega y se dirigía para cruzar nuevamente la cancha de futbol - hoy parque principal- en dirección a la esquina de la casa de don Reinaldo Rodríguez (hoy casa de don José Téllez). En busca de su remonta mular, pronunciaba frases como “ hps no se habían tropezado con hombres” ,“ hps no se habían tropezado con hombres” mandándose la mano al cuello desde donde le brotaban borbollones de sangre.

Caminó por la calle sexta hacia el mangón de Reinaldo Rodríguez donde tenía su bestia mular, montó al galope, e inexplicablemente tomó rumbo hacia el Fundo La Victoria hoy de propiedad de don Manuel Cuevas, se desmontó moribundo producto de la hemorragia de sangre, escribió una carta a su madre de apellido Reuto, contándole los hechos…

“ le cuento madre querida, nos mataron los rurales

El consuelo que nos queda fue que morimos iguales

morimos 3 campesinos en compañía de 3 rurales”

En su agonía escribió sus últimas líneas de manera descoordinada y borrosa, luego se propino un disparo en la cien, no sin antes anunciar – tal vez por orgullo- que no se dejaría coger vivo o que no moriría por una bala de gobierno, por eso prefirió cegarse la vida, aun cuando ya no era necesario.

Después de la confrontación, los demás agentes del gobierno en compañía de la comunidad, levantaron el mal herido agente Bernal, llevándolo al puesto de Salud, una rudimentaria construcción en latas de aluminio que se ubicaba en la esquina donde hasta hace poco funcionaba el Banco Agrario frente al autoservicio Dismerca. Allí el personal médico que había, no pudo hacer nada por salvarle la vida al agente del gobierno quien falleció pasadas las 5: pm. El difunto oficial se casaría a los 8 días con una de las enfermeras del puesto de salud donde dio sus últimos soplos de vida.

Doña Emilia Jaspe de Chaquea, al enterarse de un “plomeo” en la calle de las puñaladas y de escuchar que estaban involucrados los hijos de su compadre German Hurtado, se dirigió hasta el lugar en mención, pidió al alcalde de turno permiso para identificar un cuerpo, al enderezarle la cabeza dijo “ este es pinillo el hijo de mi compadre German”. Le dice doña Emilia al burgomaestre “ me pueden llevar este a la casa?” y este le responde de manera arrogante: si se lleva ese, se lleva el otro, refiriéndose a Demetrio Mosquera, cosa que hizo sin vacilación. Esa misma noche también trajeron el cuerpo sin vida de Diomedes Hurtado Reuto desde el fundo La Victoria. Los hermanos Hurtado ( German y Diomedes) junto a Demetrio Mosquera, fueron velados en la casa de la señora Emilia Jaspe y enterrados al otro día en el antiguo cementerio de Trinidad.

Pos Data. Esta historia que se desencadena tal por el abuso de autoridad de agentes del gobierno y la rebeldía del hombre llanero a no dejarse hostigar por nadie en su propio territorio, busca generar aportes valiosos a la historia de Trinidad, escribiendo relatos de personas que fueron testigos oculares y que han querido dejar su aporte en las páginas de la literatura criolla.

Relato autoría: del Maestro Arialdo Chaquea Jaspe.

Gestor cultural y bailador de Joropo Tradicional- Comerciante.

Colaboración: Yilber Mendivelso

Agradecimientos especiales.

Sr. Abdenago Duran Camacho.

Sra. Adalía Leal

Sr. Juan Rodríguez ( Pensionado del Das).


No hay comentarios.:

Publicar un comentario