lunes, 3 de agosto de 2020

SEMANA SANTA EN MI PUEBLO.



SEMANA SANTA EN MI PUEBLO.

Por: Walter Adelmo Castillo Blanco.

San Luis de Palenque, Abril 6 de 2020.

Hoy confinado en el encierro en nuestro Fundo en las sábanas de San Luis de Palenque, cumpliendo con la cuarentena a las que nos sometió el COVID 19 y el gobierno, en mi soledad, hoy Domingo de Ramos vienen a mi mente los recuerdos de la Semana Santa que viviamos en la niñez en nuestro amado San Luis de Palenque. Como dice el adagio popular: "éramos felices y no lo sabíamos".

Todo comenzaba el sábado anterior al Domingo de Ramos. En ese entonces se estudiaba el sábado hasta medio día. En horas de la tarde cuando el sol comenzaba perder su intensidad canicular típica de el final de el verano, salíamos a la periferia del pueblo, los caminos que conducen a Guanapalo, Macuco, Santa Hercilia, ect, macheta en mano a buscar entre los corozales que abundaban como maleza, los cogollos de dicha palmera para cortar el preciado "ramo" que llevaríamos el día siguiente a la misa y procesión de el Domingo de Ramos. En ese entonces no era prohibido cortar dichos cogollos que dicho de paso en nada afecta la planta pues cortado este, vuelve y nace un nuevo cogollo, (además el Corozo siempre ha sido una maleza en el llano) lógico siempre y cuando no se corte toda la palmera, lo cual es bien difícil hacerlo con una macheta. Hoy en día las CAR le llaman a cualquier palmera "palma de cera" y han satanizado dicha práctica ancestral a tal punto que lo volvieron delito.

Esa misma tarde nos anochecia tejiendo nuestro ramo y de paso el de nuestra amiga interna de el Colegio el cual le hacíamos llegar de alguna forma. El tejido de un ramo de cogollo de Corzo o Palma real que también se utilizaba aunque en menor cantidad por lo difícil de trepar a una palmera a cortar dichos cogollo, era un verdadero arte. Había compañeros y parroquianos que eran unos auténticos artesanos en este oficio y la procesión se convertia en una especie de exposición de creatividad dónde eran admirados y calificados dichos trabajos por propios y extraños.

Una manotada de mararabes (pepos). Fotografía, Créditos Campo Elias Carvajal.  


La celebración de la Santa misa y la procesión de Ramos oficiada por el padre Pachito Lucea era un verdadero acontecimiento pues a ella asistían no solo los feligreses de el casco urbano, sino de todas las veredas circunvecinas en un acto de verdadera fe y recogimiento.

Transcurridos el lunes, martes y miércoles sin mayor actividad, llegaba el Jueves y viernes Santo los cuales en horas de la mañana eran aprovechados por la mayoría de los pobladores para salir a pasear a la vereda de Macuco, un verdadero Villorio en ese entonces poblado por prestantes y humildes familias dónde primaba ante todo la hospitalidad. No había una sola casa por humilde que fuera dónde no le ofrecieran algo de beber o comer al visitante. Con antelación se hacían los preparativos para estos dos días (Masato, guarruz, tungos, queso, roscas de arroz, gofios, arroz de leche, pescado seco, etc. De grata recordacion familias: (Doña Margarita Barragán y su tradicional finca Walkiria una de las pocas que subsiste, Don Isidro Moreno, Doña Pachita, Doña Natalia y Doña Rosita Gutierrrez, Don Chucho Castañeda, Don Jorge Talero (vivía enseguida de la escuela), Don Pedro Torres, Doña Saturia Cabrera, Don Adolfo Granados, Doña Elisa Granados, Don Carlos Perez, Don Eladio Pérez, Doña Sibilina Pérez, Don Marcos Díaz, y otros que se me escapan. Pero el paseo no solo era en plan de comida. Desde el más pequeño al más grande participaba en los tradicionales juegos de Semana Santa que en su mayoría incluia a los tradicionales mararaves "pepos" como único circulante para el pago de las apuestas. Se jugaba la tradicional "Troya", a tumbar las casitas, el trompo ejecutado por los varones y la Zaranda ejecutada por las damas, pares o nones, que corran caballos y el juego del naipe entre otros.

Después de las tres de la tarde todo el mundo regresaba al pueblo a congregarse en la iglesia y asistir fervorosamente a las celebraciones. Desde muy niño hice parte de el selecto grupo de acólitos de el Padre Pachito Lucea. A estos nos correspondía entre otras cosas, el jueves y viernes hacer sonar la "Matraca" recorriendo el pueblo con ella la cual reemplazaba por esos dos días las campanas para el llamado a los oficios religiosos. Dicha Matraca era un instrumento similar a una pequeña caja de madera que llevaba por dentro un piñón de madera el cual giraba al ser accionado por una manivela externa, el cual iba friccionando cada uno de sus dientes contra la punta de una tablilla apuntillada en uno de sus extremos, la cual producia un sonido seco y sonoro. Estos mismos acólitos éramos escogidos para la representación de los doce apostoles para el lavatorio de los pies dentro de la ceremonia de el día jueves.

Niños jugando trompo. Fotografía, Créditos, printerest.com

El viernes Santo tal vez el más ceremonioso se llevaba a cabo en vivo la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo. El altar de la iglesia era transformado en el monte Calvario elaborado con ramas de "aliso" y caña brava que abundan en la playas al otro lado del río. La imágenes de los santos era cubiertas con una especie de talegos de color morado. Llegado el momento cumbre de la muerte de nuestro Señor Jesucristo existía un verdadero elenco para ejecutar cada uno de los acontecimientos: Temblaba la tierra, para ello un grupo de voluntarios sacudían todas las ramas del monte Calvario simulando un sismo. Los truenos eran simulados por el disparo de el rifle de Don Abel Lombana el cual hacia detonar cargado únicamente de pólvora "Barragán", secundado por unas cuantas mechas de tejo que Don Chucho Sandoval hacia explotar machucandolas con un martillo, ambos escondidos previamente atras

del monte Calvario. Retornada la calma venia el acto de bajar de la cruz el cuerpo de Cristo en el cual participaban los santos varones de el pueblo como Don Jorge García, Don Humberto, Don Ciro Estrada, Don Aquiles Barragán, Don Santos Avendaño, Don Hugo y Fernando Ballesteros, Don Ernesto González, Don Chucho Sandoval y otros que se me escapan, ayudando a desclavar de la cruz, bajar y depositar el cuerpo de nuestro Señor en un majestuoso cofre fúnebre de madera y vidrio dónde quedaba expuesto para la velación hasta el sábado a media noche momento de la resurrección. En un acto de verdadero fervor la gente se quedaba casi toda la noche en acto de velación. La que más lloraba era la monita Briceida, tal vez la beata más creyente de el pueblo en esos tiempos.

Antigua matraca de madera. Fotografía, Créditos, fotocolección.net

Amanecía el Domingo de Pascua, Domingo de Resurrección y con la celebración de la misa y la procesión culminaba la Semana de pasion. Previo a la procesión había sido colgado por el cuello de la ramas de un árbol grande que había enseguida de la Caseta Yegua Panda, sitio por el cual debía pasar justamente la procesión antes de ingresar a la Iglesia, el cuerpo de Judas Iscariote, un muñeco de trapo similar a un año viejo, el cual era elaborado religiosamente todos los años por la Madre Martica una de las fundadoras de el Colegio, quien se encargaba de dirigir el acto, la cual comentaba con su voz gangosa: "por traidor".....

Esta mañana fervorosamente fui a la sabana con una macheta como lo hacía niño hace 50, 53 años y corte un cogollo de corozo y elabore mi ramo, tratando de tejerlo como lo hacíamos en ese entonces. Alcance a acordarme de algo. A falta de no poder asistir a la iglesia de un pueblo y hacerlo bendecir ya que hoy en ninguna parte del mundo se celebró este oficio religioso para el público, siguiendo nuestra fe y creencia religiosa permanecerá este invierno en nuestro fundo para calmar las tempestades. Felíz SEMANA SANTA para todos...!

 


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