SEMANA SANTA EN MI PUEBLO.
Por: Walter Adelmo Castillo Blanco.
San Luis de Palenque, Abril 6 de 2020.
Hoy confinado en el encierro en nuestro Fundo en las sábanas de San Luis de Palenque, cumpliendo con la cuarentena a las que nos sometió el COVID 19 y el gobierno, en mi soledad, hoy Domingo de Ramos vienen a mi mente los recuerdos de la Semana Santa que viviamos en la niñez en nuestro amado San Luis de Palenque. Como dice el adagio popular: "éramos felices y no lo sabíamos".
Todo comenzaba el sábado anterior al
Domingo de Ramos. En ese entonces se estudiaba el sábado hasta medio día. En
horas de la tarde cuando el sol comenzaba perder su intensidad canicular típica
de el final de el verano, salíamos a la periferia del pueblo, los caminos que
conducen a Guanapalo, Macuco, Santa Hercilia, ect, macheta en mano a buscar
entre los corozales que abundaban como maleza, los cogollos de dicha palmera
para cortar el preciado "ramo" que llevaríamos el día siguiente a la
misa y procesión de el Domingo de Ramos. En ese entonces no era prohibido
cortar dichos cogollos que dicho de paso en nada afecta la planta pues cortado
este, vuelve y nace un nuevo cogollo, (además el Corozo siempre ha sido una
maleza en el llano) lógico siempre y cuando no se corte toda la palmera, lo
cual es bien difícil hacerlo con una macheta. Hoy en día las CAR le llaman a
cualquier palmera "palma de cera" y han satanizado dicha práctica
ancestral a tal punto que lo volvieron delito.
Esa misma tarde nos anochecia
tejiendo nuestro ramo y de paso el de nuestra amiga interna de el Colegio el
cual le hacíamos llegar de alguna forma. El tejido de un ramo de cogollo de
Corzo o Palma real que también se utilizaba aunque en menor cantidad por lo
difícil de trepar a una palmera a cortar dichos cogollo, era un verdadero arte.
Había compañeros y parroquianos que eran unos auténticos artesanos en este
oficio y la procesión se convertia en una especie de exposición de creatividad
dónde eran admirados y calificados dichos trabajos por propios y extraños.
Una manotada de mararabes (pepos). Fotografía, Créditos Campo Elias Carvajal. |
La celebración de la Santa misa y la
procesión de Ramos oficiada por el padre Pachito Lucea era un verdadero acontecimiento
pues a ella asistían no solo los feligreses de el casco urbano, sino de todas
las veredas circunvecinas en un acto de verdadera fe y recogimiento.
Transcurridos el lunes, martes y
miércoles sin mayor actividad, llegaba el Jueves y viernes Santo los cuales en
horas de la mañana eran aprovechados por la mayoría de los pobladores para
salir a pasear a la vereda de Macuco, un verdadero Villorio en ese entonces
poblado por prestantes y humildes familias dónde primaba ante todo la
hospitalidad. No había una sola casa por humilde que fuera dónde no le
ofrecieran algo de beber o comer al visitante. Con antelación se hacían los
preparativos para estos dos días (Masato, guarruz, tungos, queso, roscas de
arroz, gofios, arroz de leche, pescado seco, etc. De grata recordacion
familias: (Doña Margarita Barragán y su tradicional finca Walkiria una de las
pocas que subsiste, Don Isidro Moreno, Doña Pachita, Doña Natalia y Doña Rosita
Gutierrrez, Don Chucho Castañeda, Don Jorge Talero (vivía enseguida de la escuela),
Don Pedro Torres, Doña Saturia Cabrera, Don Adolfo Granados, Doña Elisa
Granados, Don Carlos Perez, Don Eladio Pérez, Doña Sibilina Pérez, Don Marcos
Díaz, y otros que se me escapan. Pero el paseo no solo era en plan de comida.
Desde el más pequeño al más grande participaba en los tradicionales juegos de
Semana Santa que en su mayoría incluia a los tradicionales mararaves
"pepos" como único circulante para el pago de las apuestas. Se jugaba
la tradicional "Troya", a tumbar las casitas, el trompo ejecutado por
los varones y la Zaranda ejecutada por las damas, pares o nones, que corran
caballos y el juego del naipe entre otros.
Después de las tres de la tarde todo
el mundo regresaba al pueblo a congregarse en la iglesia y asistir
fervorosamente a las celebraciones. Desde muy niño hice parte de el selecto
grupo de acólitos de el Padre Pachito Lucea. A estos nos correspondía entre
otras cosas, el jueves y viernes hacer sonar la "Matraca" recorriendo
el pueblo con ella la cual reemplazaba por esos dos días las campanas para el
llamado a los oficios religiosos. Dicha Matraca era un instrumento similar a
una pequeña caja de madera que llevaba por dentro un piñón de madera el cual
giraba al ser accionado por una manivela externa, el cual iba friccionando cada
uno de sus dientes contra la punta de una tablilla apuntillada en uno de sus
extremos, la cual producia un sonido seco y sonoro. Estos mismos acólitos
éramos escogidos para la representación de los doce apostoles para el lavatorio
de los pies dentro de la ceremonia de el día jueves.
Niños jugando trompo. Fotografía, Créditos, printerest.com |
El viernes Santo tal vez el más
ceremonioso se llevaba a cabo en vivo la pasión y muerte de nuestro Señor
Jesucristo. El altar de la iglesia era transformado en el monte Calvario
elaborado con ramas de "aliso" y caña brava que abundan en la playas
al otro lado del río. La imágenes de los santos era cubiertas con una especie
de talegos de color morado. Llegado el momento cumbre de la muerte de nuestro
Señor Jesucristo existía un verdadero elenco para ejecutar cada uno de los
acontecimientos: Temblaba la tierra, para ello un grupo de voluntarios sacudían
todas las ramas del monte Calvario simulando un sismo. Los truenos eran
simulados por el disparo de el rifle de Don Abel Lombana el cual hacia detonar
cargado únicamente de pólvora "Barragán", secundado por unas cuantas
mechas de tejo que Don Chucho Sandoval hacia explotar machucandolas con un
martillo, ambos escondidos previamente atras
del monte Calvario. Retornada la
calma venia el acto de bajar de la cruz el cuerpo de Cristo en el cual
participaban los santos varones de el pueblo como Don Jorge García, Don
Humberto, Don Ciro Estrada, Don Aquiles Barragán, Don Santos Avendaño, Don Hugo
y Fernando Ballesteros, Don Ernesto González, Don Chucho Sandoval y otros que
se me escapan, ayudando a desclavar de la cruz, bajar y depositar el cuerpo de
nuestro Señor en un majestuoso cofre fúnebre de madera y vidrio dónde quedaba
expuesto para la velación hasta el sábado a media noche momento de la
resurrección. En un acto de verdadero fervor la gente se quedaba casi toda la
noche en acto de velación. La que más lloraba era la monita Briceida, tal vez
la beata más creyente de el pueblo en esos tiempos.
Antigua matraca de madera. Fotografía, Créditos, fotocolección.net |
Amanecía el Domingo de Pascua,
Domingo de Resurrección y con la celebración de la misa y la procesión
culminaba la Semana de pasion. Previo a la procesión había sido colgado por el
cuello de la ramas de un árbol grande que había enseguida de la Caseta Yegua
Panda, sitio por el cual debía pasar justamente la procesión antes de ingresar
a la Iglesia, el cuerpo de Judas Iscariote, un muñeco de trapo similar a un año
viejo, el cual era elaborado religiosamente todos los años por la Madre Martica
una de las fundadoras de el Colegio, quien se encargaba de dirigir el acto, la
cual comentaba con su voz gangosa: "por traidor".....
Esta mañana fervorosamente fui a la
sabana con una macheta como lo hacía niño hace 50, 53 años y corte un cogollo
de corozo y elabore mi ramo, tratando de tejerlo como lo hacíamos en ese
entonces. Alcance a acordarme de algo. A falta de no poder asistir a la iglesia
de un pueblo y hacerlo bendecir ya que hoy en ninguna parte del mundo se
celebró este oficio religioso para el público, siguiendo nuestra fe y creencia
religiosa permanecerá este invierno en nuestro fundo para calmar las tempestades.
Felíz SEMANA SANTA para todos...!
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