Muy pocos se atreven a subir al cerro de Zamaricote. Según los habitantes de Pore, Paz de Ariporo y Támara, los pocos que lo hicieron no regresaron siendo los mismos, porque las faldas de esa montaña fueron encantadas por los indígenas Achaguas para impedir que robaran sus tesoros.
Que se sepa, nadie ha llegado hasta
su cima. Pero todos aseguran que allá hay una laguna que aparece de la nada
para ahogar a quienes se atreven a llegar hasta allí. Incluso, dicen que unos
estadounidenses que lograron alcanzar la punta del cerro en helicóptero fueron
atraídos por la laguna y desparecieron sin dejar rastro.
Algunos aseguran haber visto una
guacamaya gigante, de hermoso plumaje, que se desvanece cuando alguien intenta
atraparla. Otros, que cuando alguien se atreve a clavar un machete en el bosque
o cazar un animal, el cerro ruge y comienza a llover tan intensamente, que se
borran los caminos, lo que hace perder a los atrevidos aventureros.
Muchos llaneros afirman que hasta
hace unos años los espíritus de los indígenas vagaban por Zamaricote, y que a
veces, desde Pore, se divisaban las fogatas que hacían y que cubrían el cerro
con una espesa nube de humo.
Otros afirman que el cerro es un
enorme filón de oro que no se puede extraer, porque se correría el riesgo de
ocasionar un derrumbe que taparía todo el norte del Casanare.
Pájaros que desaparecen, caminos que
extravían, lagunas que atraen. Zamaricote es toda una cuna de espantos. Y si
no, al menos de unas buenas historias de terror que alejan a quienes se antojan
de conocerla.
Fuente: https://www.semana.com
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