El camino recorrido por una campana
El pasado 29 de septiembre, se
cumplieron 293 años de la creación del antiguo Hato Misión de San Miguel de
Macuco, la cual estuvo a cargo de los sacerdotes jesuitas Juan Rivero y Manuel
Román, responsables de la fundación de una población para los indígenas sálivas
provenientes de las tierras del río Orinoco, cuyos vestigios aún se conservan
en Orocué; referencia obligada para comentar el resultado de una inquietud
acolitada al historiador orocüeseño y entrañable amigo, Jairo Ruiz Churión, que
se relaciona con el extravío de una de las campanas de la iglesia de Nuestra
Señora de La Candelaria, de Orocué.
Decía Jairo Ruiz, que la población de
Macuco y las riberas del río Meta, desde la época de los encomenderos
españoles, llegaron a ser tan importantes, que los jesuitas resolvieron
construir un templo en piedra y teja, con materiales traídos de la cordillera.
Con este propósito, el sacerdote Román encargó a su comunidad en España, la
elaboración de tres campanas para la iglesia.
Al parecer, las campanas de bronce
fueron fundidas en Austria, y elaboradas según las notas del pentagrama do, re,
mi.
Orocué se fundó, terminada la guerra
de la independencia, como una especie de extensión del legendario pueblo de
Macuco. Allí, el padre Ricardo Alegría de la comunidad de los Agustinos
Recoletos, asumió la tarea de construir un nuevo templo, a donde fueron
llevadas -en carretas- las tres campanas de bronce, y colocadas en la torre de
la iglesia consagrada a Nuestra Señora de La Candelaria.
Doña Rosalía Orjuela Vda. de Nieto,
en entrevista concedida a nuestro historiador en 1970, contó que en el año 1930
la señora Clara Sierra, una de las propietarias de la bogotana hacienda de El
Chicó, en tiempos de las fiestas patronales del lugar, fue invitada por el
Obispo de Casanare, Monseñor Nicasio Balizza.
Sin que la matrona entrevistada
ofreciera más detalles, testimonió que Dña. Clara, se llevó la campana
correspondiente a la nota Mi, con destino desconocido, quizá para incorporarla
a sus preciados bienes en la hacienda El Chicó.
No se sabe a ciencia cierta si la
campana fue vendida o regalada por el señor Obispo; sin embargo la versión
inicial fue confirmada al historiador, por Dña. Isabel Amézquita Gorrín,
recientemente fallecida.
En la parte baja de la actual torre
del nuevo templo, cuelgan de una amarillenta piola, dos solitarias y deslucidas
campanas, que dan cuenta de mejores años en el antiguo pueblo de Macuco.
Preocupado por el destino de la
campana Mi y con la intención de devolverla a su lugar de origen, Jairo me encomendó
la misión de encontrarla. De inmediato, presenté la solicitud de búsqueda de la
campana, a nuestro par, la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, entidad que
a través de su Directora Elsa Koppel de Ramirez, el legado testamentario de
Dña. Mercedes Sierra de Pérez, el cual comprende el Museo de El Chicó, que
funciona en una casona patrimonial que aún conserva su estilo colonial con
toques republicanos, que hace parte integral de la hacienda cuya fundación data
de 1620 y que hoy alberga las valiosas colecciones adquiridas por la anterior
propietaria en cada uno de sus viajes por el viejo mundo.
Dña. Mercedes, heredó la Hacienda El
Chicó de su padre, el antioqueño don Pepe Sierra (Girardota 1848- Medellin
1921), y al no haber tenido hijos, decidió donarla a la Sociedad de Mejoras y
Ornato de Bogotá.
De la herencia de Don Pepe, hacían
parte varios terrenos localizados en tres departamentos de Colombia. La
hacienda El Chicó, uno de esos predios, pasaba por los terrenos donde hoy está
ubicado Unicentro y vías aledañas, hasta la hacienda Hatogrande, también de su
propiedad.
Mi pesquisa en el Museo, obedeció
entonces a la hipótesis de que siendo Dña. Clara Sierra una de las herederas de
don Pepe Sierra, posiblemente habría entregado la campana al Seminario Mayor de
San José o al Museo de El Chicó.
Y es que Clara, protagonista de la
historia de la campana Mi, casada con un hijo del ex presidente Rafael Reyes,
fue a su vez heredera de los extensos predios de la Hacienda El Chicó, cuyo
costado oriental de la carrera séptima a los cerros orientales así como la
casona con sus jardines, fueron legados a su hermana Mercedes y no a ella.
En ese costado oriental de la antigua
hacienda, es donde la Arquidiócesis de Bogotá construyó su seminario conciliar.
Y fue al arzobispo Perdomo, a quien le correspondió negociar la adquisición de
estas tierras con Mercedes Sierra. Se cuenta que la legataria Mercedes,
convirtió en un reto para los sacerdotes la consecución del valor de esta
transacción.
El 27 de septiembre de 1947 la revista
Semana publicó el artículo “Una mujer original” donde reseña lo siguiente:
“Doña Mercedes negoció con el seminario unos terrenos extensos y valiosos de
propiedad de ella, por un precio comercial. No quiso rebajar un centavo. La
curia no tenía el dinero completo y pidió plazos. Tampoco los concedió. Los
negocios son negocios. Llegó el día de firmar la escritura y doña Mercedes
recibió su cuantioso cheque, tan difícilmente completado. Acto seguido lo
endosó por detrás, al seminario, con destino a la construcción del edificio.
Quería que los interesados hicieran el esfuerzo de conseguir el dinero y lo
tuvieran en mano, para que la empresa no volviera a vararse".
Como infortunadamente no tuve acceso
a un registro conocido de la descendencia de Dña. Clara Sierra, insistí en la
revisión del inventario del Museo, para lo cual requerí de la colaboración de
un camarógrafo casanareño, quien pudo documentar fotográficamente la existencia
de las campanas hermanas.
Luego de varios ires y venires para
descartar o confirmar la hipótesis inicial, se hizo la revisión cuidadosa del
inventario del Museo El Chicó y finalmente no se encontró evidencia alguna de
la campana Mi de la iglesia Nuestra Señora de La Candelaria.
Basada en la unidad formal y
estilística de las dos campanas existentes, que ya forman parte de la historia
de Orocué, por ahora me queda solicitar a la iglesia y entidades encargadas del
patrimonio material e inmaterial de ese municipio, su búsqueda a través de
otras fuentes, así como el compromiso por el respeto, conservación y
restauración de dicho patrimonio, eje de la cultura casanareña y su relación
centenaria con la comunidad.
Loreley Noriega Acosta
Presidente Ejecutiva SMPV
Vicepresidente
Federación Nacional de Sociedades de
Mejoras Públicas de Colombia.
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