miércoles, 29 de julio de 2020

EL RECORRIDO DE UNA CAMPANA



El camino recorrido por una campana

El pasado 29 de septiembre, se cumplieron 293 años de la creación del antiguo Hato Misión de San Miguel de Macuco, la cual estuvo a cargo de los sacerdotes jesuitas Juan Rivero y Manuel Román, responsables de la fundación de una población para los indígenas sálivas provenientes de las tierras del río Orinoco, cuyos vestigios aún se conservan en Orocué; referencia obligada para comentar el resultado de una inquietud acolitada al historiador orocüeseño y entrañable amigo, Jairo Ruiz Churión, que se relaciona con el extravío de una de las campanas de la iglesia de Nuestra Señora de La Candelaria, de Orocué.
Decía Jairo Ruiz, que la población de Macuco y las riberas del río Meta, desde la época de los encomenderos españoles, llegaron a ser tan importantes, que los jesuitas resolvieron construir un templo en piedra y teja, con materiales traídos de la cordillera. Con este propósito, el sacerdote Román encargó a su comunidad en España, la elaboración de tres campanas para la iglesia.
Al parecer, las campanas de bronce fueron fundidas en Austria, y elaboradas según las notas del pentagrama do, re, mi.

Orocué se fundó, terminada la guerra de la independencia, como una especie de extensión del legendario pueblo de Macuco. Allí, el padre Ricardo Alegría de la comunidad de los Agustinos Recoletos, asumió la tarea de construir un nuevo templo, a donde fueron llevadas -en carretas- las tres campanas de bronce, y colocadas en la torre de la iglesia consagrada a Nuestra Señora de La Candelaria.
Doña Rosalía Orjuela Vda. de Nieto, en entrevista concedida a nuestro historiador en 1970, contó que en el año 1930 la señora Clara Sierra, una de las propietarias de la bogotana hacienda de El Chicó, en tiempos de las fiestas patronales del lugar, fue invitada por el Obispo de Casanare, Monseñor Nicasio Balizza.
Sin que la matrona entrevistada ofreciera más detalles, testimonió que Dña. Clara, se llevó la campana correspondiente a la nota Mi, con destino desconocido, quizá para incorporarla a sus preciados bienes en la hacienda El Chicó.
No se sabe a ciencia cierta si la campana fue vendida o regalada por el señor Obispo; sin embargo la versión inicial fue confirmada al historiador, por Dña. Isabel Amézquita Gorrín, recientemente fallecida.
En la parte baja de la actual torre del nuevo templo, cuelgan de una amarillenta piola, dos solitarias y deslucidas campanas, que dan cuenta de mejores años en el antiguo pueblo de Macuco.
Preocupado por el destino de la campana Mi y con la intención de devolverla a su lugar de origen, Jairo me encomendó la misión de encontrarla. De inmediato, presenté la solicitud de búsqueda de la campana, a nuestro par, la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá, entidad que a través de su Directora Elsa Koppel de Ramirez, el legado testamentario de Dña. Mercedes Sierra de Pérez, el cual comprende el Museo de El Chicó, que funciona en una casona patrimonial que aún conserva su estilo colonial con toques republicanos, que hace parte integral de la hacienda cuya fundación data de 1620 y que hoy alberga las valiosas colecciones adquiridas por la anterior propietaria en cada uno de sus viajes por el viejo mundo.
Dña. Mercedes, heredó la Hacienda El Chicó de su padre, el antioqueño don Pepe Sierra (Girardota 1848- Medellin 1921), y al no haber tenido hijos, decidió donarla a la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá.
De la herencia de Don Pepe, hacían parte varios terrenos localizados en tres departamentos de Colombia. La hacienda El Chicó, uno de esos predios, pasaba por los terrenos donde hoy está ubicado Unicentro y vías aledañas, hasta la hacienda Hatogrande, también de su propiedad.


Mi pesquisa en el Museo, obedeció entonces a la hipótesis de que siendo Dña. Clara Sierra una de las herederas de don Pepe Sierra, posiblemente habría entregado la campana al Seminario Mayor de San José o al Museo de El Chicó.
Y es que Clara, protagonista de la historia de la campana Mi, casada con un hijo del ex presidente Rafael Reyes, fue a su vez heredera de los extensos predios de la Hacienda El Chicó, cuyo costado oriental de la carrera séptima a los cerros orientales así como la casona con sus jardines, fueron legados a su hermana Mercedes y no a ella.
En ese costado oriental de la antigua hacienda, es donde la Arquidiócesis de Bogotá construyó su seminario conciliar. Y fue al arzobispo Perdomo, a quien le correspondió negociar la adquisición de estas tierras con Mercedes Sierra. Se cuenta que la legataria Mercedes, convirtió en un reto para los sacerdotes la consecución del valor de esta transacción.
El 27 de septiembre de 1947 la revista Semana publicó el artículo “Una mujer original” donde reseña lo siguiente: “Doña Mercedes negoció con el seminario unos terrenos extensos y valiosos de propiedad de ella, por un precio comercial. No quiso rebajar un centavo. La curia no tenía el dinero completo y pidió plazos. Tampoco los concedió. Los negocios son negocios. Llegó el día de firmar la escritura y doña Mercedes recibió su cuantioso cheque, tan difícilmente completado. Acto seguido lo endosó por detrás, al seminario, con destino a la construcción del edificio. Quería que los interesados hicieran el esfuerzo de conseguir el dinero y lo tuvieran en mano, para que la empresa no volviera a vararse".
Como infortunadamente no tuve acceso a un registro conocido de la descendencia de Dña. Clara Sierra, insistí en la revisión del inventario del Museo, para lo cual requerí de la colaboración de un camarógrafo casanareño, quien pudo documentar fotográficamente la existencia de las campanas hermanas.
Luego de varios ires y venires para descartar o confirmar la hipótesis inicial, se hizo la revisión cuidadosa del inventario del Museo El Chicó y finalmente no se encontró evidencia alguna de la campana Mi de la iglesia Nuestra Señora de La Candelaria.
Basada en la unidad formal y estilística de las dos campanas existentes, que ya forman parte de la historia de Orocué, por ahora me queda solicitar a la iglesia y entidades encargadas del patrimonio material e inmaterial de ese municipio, su búsqueda a través de otras fuentes, así como el compromiso por el respeto, conservación y restauración de dicho patrimonio, eje de la cultura casanareña y su relación centenaria con la comunidad.

Loreley Noriega Acosta
Presidente Ejecutiva SMPV
Vicepresidente
Federación Nacional de Sociedades de Mejoras Públicas de Colombia.


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