domingo, 10 de marzo de 2024

LA VEGAS DEL PAUTO Y LA IMPORTANCIA PARA EL DESARROLLO DE LA REGIÓN.

 


LA VEGAS DEL PAUTO Y LA IMPORTANCIA PARA EL DESARROLLO DE LA REGIÓN.

Por: Yilver Mendivelso (Facebook).

Todo el que labra la tierra se le suda el carapacho, dice un apartado de una canción llanera cuyo auto es un reconocido artista casanareño. Y no es para menos, aunque hoy la agricultura utiliza la tecnología y la maquinaria agroindustrial para hacer más eficiente el proceso de sembrar y cultivar alimentos, no siempre fue así.
Nuestros antepasados les tocó hacer una mezcla de sabiduría, resiliencia, fortaleza y hasta invocar fuerzas sobre naturales para poder asegurar el sustento para la familia, pues en ese entonces la idea de la comercialización agropecuaria – como ahora – por lo menos en los llanos, estaba bastante incipiente. Todo el que tenía su revolcadero de burros, tenía su conuco repleto de toda clase de matas.
Para nuestros ancestros la sabiduría era fundamental para hablar de siembras de cultivos. Su primera y más sagrada receta: conocer los cambios de luna y las predicciones del clima, no hecha por científicos apoyados en satélites, sino por una tradición ancestral que aplicaban antes de enloquecerse el clima, y conocer de ellas, auguraba el éxito de la siembra: las cabañuelas.
Nuestros antepasados haciendo uso de esa sabiduría, se enfrentaban al esfuerzo físico que implicaba caerle a derribar una montaña a punta de hacha, trozero (sierras de mano) cuñas y machetes para la gajazon de los árboles.
Requería mucha fortaleza y ser resiliente ante la peligrosidad de la picadura de abejas, serpientes o accidentes con las afiladas herramientas.
La quema del conuco, otro evento que significaba un alto riesgo por la peligrosidad de incendiar toda una montaña sin una línea de emergencias a donde llamar por los bomberos; por ello era indispensable con los primeros aguaceros hacer esta delicada tarea.
Despalizar un conuco, es decir retirar la madera quemada era una tarea extenuante, aunque divertida, todos terminaban como un verdadero “tizón”. (leño quemado).
Con la entrada de aguas, la tierra se humedecía y era la oportunidad para iniciar la siembra de todo tipo de cultivos, incluido el arroz que trajo consigo muchas anécdotas sobre como los futuros suegros probaban a los muchachos que pretendías a sus hijas en un pilón de cuatro arrobas, trillando el arroz. “un pilón de cuatro arrobas donde se prueban los machos” dice una bonita canción llanera del maestro Villamil Torres.
El mejoramiento de la “genética” de los cultivos era proveída por semillas traídas de “la costa el pauto” que tenía fama de producir los mejores plátanos, yuca y maíz de la región, además de contar con “cruces” de semillas que resistían al verano como el topocho “filipino” o el banano “manzano” o la yuca “chirosa” que soportaba con más holgura los escases de nutrientes en el suelo.
Muchas zonas del llano, no tenían la montaña suficiente para derribar y abrir espacios para la siembra, especialmente aquellos fundos anclados en el centro de la sabana donde derribar un árbol era casi que un sacrilegio.
Para suplir estas necesidades de bosques para sembradío, el llanero de antaño constituía las “majadas” o corrales cercados en guadua en los paraderos, banquetas o terrenos altos de la propiedad, en la cual, durante un año, majadeaba el ganado para nutrir el suelo con la bosta o heces del ganado. También el pisoteo del ganado, ayudaba a trillar el suelo.
Una vez sembrado el cultivo había que cuidarlo de las plagas – con ausencia de fumigos- se recurría las oraciones para alejar plagar y pedir por la fertilidad del cultivo. En algunas partes del piedemonte llanero, eran tradicionales los bailes en honor a San Isidro Labrador, donde se llevaban ofrendas en especie de los mejores frutos dados por los cultivos, los cuales eran recolectados y vendidos por los curas, para beneficio de las parroquias.
Pero no todos los llaneros tuvieron el privilegio de contar con tierras cultivables o que hicieran menos tortuoso cultivar una mata de plátano. De ahí que fueron predominando tierras como las del Sarare, las vegas de los Ríos Pauto, Tocaría, Cravo Sur y en el meta la región del Ariari que son parte de la despensa agrícola de Colombia, sin desconocer la agricultura a gran escala de monocultivos en el alto Vichada o más conocida como la región de la altillanura, que es un capítulo aparte a tratar, por las formas de producción que allí se manejan.



LA RIQUEZA DEL PAUTO.
La región que baña el Río Pauto es de incalculable riqueza en sus suelos, prácticamente todo lo que se siembra en estas tierras, se produce y con una calidad excelsa. El 20 de abril del 1894 cuando el Ingeniero Francés Jorge Brissón llegó a Trinidad quien encabezaba una comisión del gobierno nacional a la intendencia de Casanare, para explorar las vías de comunicación que comunicaran el llano con el centro del país y el río Meta, escribió lo siguiente:
“Es uno de los más ricos en ganado – para referirse al poblado- en todo Casanare. Y cuenta con más de 100 mil reses. Entre cuatro hatos contabilizan más de sesenta y cinco mil, así: Mate Palma de Ramón Oropeza y familia, 30 mil reses entre todos. El Tigre y Platanales de Policarpo Reyes e hijos: 26 mil reses; San Emigdio a cuatro leguas al oriente de Trinidad de Aquiles Lugo: 15 mil reses”.
Pero también la comisión liderada por el francés, describe que “antes de la desembocadura del caño el Boruro en el Caño en Orosio, se encuentras las plantaciones de Santa María, de la familia Oropeza, dueños del Hato Mate Palma, lo que confirma que no solo la ganadería era la prioridad para los llaneros del siglo XIX, también lo era la alimentación.
Más de 100 años después, el Pauto y sus vegas siguen alimentando a los llaneros, ya más sectorizados o zonas plenamente enfocadas en la agricultura a menor escala como las veredas que se encuentran en ese triángulo entre Pore, Trinidad y San Luis en ambas márgenes del rio. Un plátano pauteño no tiene el mismo sabor y ni da las mismas tajadas pa un bastimento que un plátano de la región del Sarare, ni se diga la Yuca, el maíz, el aguacate o los cítricos.
¡Y como lo que escribo es historia!
Nostalgia me da ver a los finqueros y habitantes de las riveras del Pauto comprando plátanos y frutos de pan coger que se dan en una topia como el limón mandarino, el cilantro braguete viejo u oreje burro, la yuca y hasta un alimento que no lo tumban ni los brisotes en plena sabana: el topocho Filipo.
Ver finqueros natos, hijos de triniteños arrechos y una raza que domó la bravura de esta llanura, comprando plátanos y embarcarlos en una camioneta rumbo a su finca, da nostalgia y evoca recuerdos de nuestros ancestros, en los que así fuera topochito, nunca les faltó en la mesa.
Por: Yilver Mendivelso.

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