EXCURSIONES POR CASANARE
El estado floreciente de las misiones en Casanare, que del erial infecundo se iba transformando por la divina gracia, en ameno jardín de virtudes, no pudo resistir el terrible golpe asestado inhumanamente por la injustificable rebelión que trastornó el orden público en 1899 y siguientes. Las potestades del infierno se conjuraron contra la obra redentora de las misiones y el ilustrísimo Sr. Obispo, D. Fr. Nicolás Casas, Vicario Apostólico fue su primera víctima. Después de soportar desacatos e injurias gravísimas y recibir la intimidación de una prisión, se vio el ilustre prelado en la dolorosa necesidad de abandonar su territorio para tratar, aunque en vano, de poner a salvo a sus misioneros que estaban encarcelados. Estos no tardaron mucho tiempo en seguir camino del destierro. Quedó, pues , Casanare sin misioneros, sin sacerdotes.
Corría el año 1903, cuando ya en el resto de la republica había cesado el pavoroso ruido de las armas de guerra, y en Casanare resonaban aun los últimos disparos fratricidas, se lanzaron los misioneros a proseguir su obra civilizadora.
Realizar un viaje por esta extensa provincia oriental constituía una experiencia notable para el desconocedor del medio dadas la exuberancia de la naturaleza, la amalgama de etnias sobrevivientes y sus costumbres, y las posibilidades inmensas de aprovechamiento de sus recursos.
El Misionero Daniel Delgado fue comisionado por sus superiores del Vicariato Apostólico de Casanare, para realizar en el año de 1904 un viaje que partiría de Bogotá hasta el puerto de Arauca, con el objeto de inspeccionar la educación y realizar apuntaciones sobre el citado general del territorio. Es de advertir que para dicho año toda la comprensión de lo que hoy es Arauca hacia parte de Casanare, entidad de que la que vino a separarse en 1911.
Con lúcidas crónicas que describen en detalle los diferentes puntos de su itinerario, el religioso analiza los pueblos indígenas, narra la historia de los incipientes centros urbanos, contabiliza sus productos agrícolas, describe los accidentes geográficos, las costumbres y la cultura de los pobladores, etc. Y resulta deprimente saber que para 1879 en toda la provincia de los llanos de Santiago solo operaban siete escuelas de varones con un total de 389 alumnos. ¡Y ningún plantel dedicado a la educación e instrucción de la mujer! Con este material el aplicado religioso escribió una obra titulada “Excursiones por Casanare”.
Capitulo III.
TÁMARA – Su historia y censo - Su industria y sus productos agrícolas – Los misioneros fomentan la industria algodonera - Caminos: cómo los compone y cuantos comunican con el interior – Progreso y porvenir de Támara – Estado de la instrucción.
Tal vez se espera leer en este capítulo lo que aún no he pensado yo escribir, a saber: la continuación de la reseña histórica de las misiones hasta la fecha en que estamos.
Como ante todo pretendo que estos apuntes sean como un recuerdo de mi permanencia en Casanare, quiero seguir en ellos, el mejor orden cronológico posible, ciñéndome escrupulosamente a lo ya escrito en mi cartera; lo cual no impedirá que al dar noticia de los pueblos y lugares que vaya recordando, consigne los hechos recientes acaecidos hasta el día. Así quedará reunido en pocas líneas cuanto diga acerca de los expresados pueblos.
Pero antes de lanzarnos en busca de aventuras por caminos y encrucijadas, me parece muy puesto en razón, dar algunos datos de la población que, será en adelante el punto de partida de mis correrías.
Támara, residencia del Vicario Apostólico de Casanare, es una de las poblaciones más importantes de esta región; se halla situada en las inmediaciones del célebre rio Pauto, sobre pequeña explanada que se eleva, en los últimos estribos de la gran cordillera oriental andina de 1360 metros sobre el nivel del mar y a unos 900 sobre los llanos. Su clima es templado y apacible en todo el año pero muy húmedo a causa de las frecuentes nieblas que, durante la estación lluviosa, suben de la llanura empujados por violentos huracanes.
La época de su fundación se remonta a la primera mitad del siglo XVI cuando Gonzalo Jiménez de Quesada solicitó y obtuvo autorización para conquistar a costa suya los ricos y afamados territorios de Pauto y Papamene, Támara era ya pueblo de indios, y en ella había una pequeña fuerza de españoles para defensa y resguardo del naciente pueblo, pero subsistió poco tiempo, al recibirse la fatal noticia del desastre de Quesada y trágico fin de la expedición del Dorado, se retiraron los españoles y con ellos el sacerdote doctrinero. Los indios Támara que estaban encomendados a Quesada, y de quienes afirma la historia que eran los más cerriles y trabajosos para poblar, repartieronse como fieras por los arcabucos y montes y en distancia y contorno de cinco a seis leguas de camino, y allí se estaban hilando para pagar los tributos y trasegando estos sitios para pescar y sustentar la vida, con menos cuidado de sus almas, que el que tuvieran de una bestia.
En tan lamentable estado hallo Támara su primer misionero, el padre José Dadey, S.J de quien puede afirmarse con toda justicia que fue su fundador y llevo a cabo la conquista espiritual y completa reducción de los “medios desbastados y nada políticos”. Esta nueva fundación tuvo lugar en 1628.
Desde entonces comenzó a prosperar: se edificaron casas y se tornó la capilla en iglesia; pero cundo el celoso misionero comenzaba a cosechar los frutos de su apostólica empresa, se vio vejado y calumniado, y tuvo que abandonar su querido pueblo en cumplimiento de órdenes superiores. Y lo dejo tan próspero y floreciente, que luego fue erigido en parroquia y entregado para su administración al clero secular.
Fueron muy celebrados en Casanare los tejidos de algodón fabricados en Támara. Sus copiosos telares abastecían de lienzos y otros géneros a gran parte de las misiones de Casanare y aún a las lejanas tierras de Guayana.
A fines del siglo XVIII, era capital de la provincia de los llanos, y corregimiento que comprendía, entre otras, las poblaciones de Pore, Nunchia, y Labranzagrande. En la última centuria ha sufrido las mismas contingencias que Casanare. Perteneció al estado soberano de Boyacá; hizo parte del territorio nacional de Casanare, dependiente del supremo gobierno, y después, de la Intendencia Nacional del mismo nombre. Bajo este último régimen administrativo alcanzó su mayor desarrollo y prosperidad: se le hizo capital de la Intendencia, se fundaron colegios de varones y señoritas; se trajo imprenta (acaso la primera que se introdujo a Casanare), y en ella se publicaron sucesivamente los periódicos que se llamaron Gaceta Oriental, Gaceta de Casanare, y el Hogar; finalmente al crearse el Vicariato Apostólico de Casanare, Támara fue designada para residencia del Vicario.
Los habitantes que hoy tiene Támara, se calculan en más de 3.000. El censo de 1897 le da 2.855 habitantes de los cuales 522 vivían en el casco de la población y 2.323 en los vecindarios o veredas. Supuestas las terribles y asoladoras epidemias que han atormentado este pueblo en los últimos años, parece que debiera haber disminuido considerablemente el número de sus pobladores, pero por fortuna no ha sucedido así, merced a l pequeña corriente de inmigración que continuamente vienen de los pueblos del otro lado de la cordillera. Socotá, Jericó, Lagunaseca, Chita, etc. son los pueblos a quienes debe Támara quizás su propia existencia. Se fomentó y encauzó de modo conveniente dicha inmigración, y Támara ocuparía el primer lugar de Casanare.
Los edificios son, por lo general, de construcción ligera, techados con paja; pero también los hay cubiertos de teja o de planchas de hierro, entre los cuales sobresalen la iglesia, la casa municipal y el colegio de las Hermanas de la Presentación. En sus inmediaciones existen riquísimas fuentes termales, cuya temperatura se aproxima a la de ebullición; manantiales de agua salada, de los cuales se benefician algunos en pequeña escala. Se hallan en sus bosques maderas preciosísimas, como el granadillo, que es de color morado oscuro muy pesada y susceptible de hermoso pulimento; el moral o morera, de color castaño anaranjado, finísima y brillante; el niguito, de vivo color amarillo; el cedro, de varias especies y colores. Se cultivan con notables rendimientos en cantidad y calidad, café, maíz, caña de azúcar, plátano o banano de múltiples variedades, algodón, añil, etc. Y crecen espontáneamente en las selvas y a orillas de los ríos, el árbol de la quina, el caucho, la vainilla, y bellísimas parásitas (orquídeas).
El café, el cual se exportaba al exterior antes de la última guerra, más de 4000 quintales, ha sido siempre para esta población su principal fuente de riquezas, pero en estos últimos años se ha descuidado mucho su cultivo por la baja de precio de este artículo (hace tres años se vendía la carga, es decir dos quintales, de café a cuatro pesos oro, ahora hay compradores que pagan diez o doce pesos por carga). La vainilla es otra de las plantas que, de rendir utilidades, podría explotarse aquí con éxito notable. Esta orquídea crece espontáneamente en las vegas, a orillas de los ríos y quebradas. En ciertos parajes húmedos abunda tanto, que podría cogerse en cantidad considerable sin esfuerzo ninguno. Aquí nadie se preocupa de ella, y no es extraño, pues gentes hay que ni siquiera saben que tenga aplicación alguna. Aún recuerdo con a pesar de lo sucedido hace un mes con un pobre campesino. Había éste oído por ventura que la vainilla era muy estimada y creyó cosa sencilla encontrar en el pueblo quien la comprara, y en esta persuasión trajo consigo cosa de dos libras del aromático fruto. ¡Quien lo creyera! Ofreció su mercancía por cinco centavos oro la libra, y no halló comprador. Los ensayos que algunos P.P misioneros han hecho para cultivar esta especie han dado los resultados más apetecibles.
En estos últimos años se ha comenzado la exportación de parásitas, pero es de temer que se agote pronto esta riqueza, toda vez que se destruyen frecuentemente los árboles en que se crían. Se pueden calcular en unos cincuenta quintales de orquídeas, las que salen cada año de Támara para el exterior. El algodonero, si se preserva en su cultivo ya iniciado, dejará indudablemente mas provecho a los habitantes de Támara. Hasta el año pasado, fuera de alguna que otra persona nadie se preocupa de cultivar esta rica planta; pero desde que aquí fue recibida la semilla envida por el Ministerio de Instrucción Pública, y los padres misionero estimularon a los tamareños al cultivo de ella, se ha comenzado con entusiasmo a realizar pruebas que han dado éxito satisfactorio. Por lo pronto, el algodón que se cosecha en Támara comienza a figurar como factor importante en el escaso número de artículos de venta susceptibles de convertirse en dinero. Actualmente lo compran a ocho centavos oro la libra tamareña (libra y media española), por supuesto sin desmotar; y al llevarse el proyecto de introducir maquinas sencillas de hilar y tejer, proyecto acariciado por Ilustrísimo Sr. Casas y que su inmediato sucesor el M.R.P. Ballesteros ha proseguido con entusiasmo, dar indudablemente resultados más ventajosos. En Támara faltan caminos y más caminos; mejor dicho, lo que falta es mejorar los ya existentes, que no serían pocos, si en buen estado estuvieran. Los caminos tamareños, pocos gastos han ocacionado a la Nación; todos son abiertos sin mas instrumentos que los pies del hombre y los cascos y pezuñas del ganado; el ardiente sol del verano es el único ingeniero encargado de mejorarlos.
Ciertamente que todos los años se emplea buen parte del trabajo personal subsidiario en la reparación y mejora, de algunos caminos, pero ¿Cómo se hace esta reparación y esta mejora? Del modo más sencillo: se cortan con el machete la maleza que en las orillas de ellos crece, y se retira bonitamente los componentes para que el gran ingeniero el sol, complete la obra. Si, lo que sucede frecuentemente, cae un árbol (o dos o veinte) y queda sobre el camino a forma de arco triunfal muy a propósito para descalabrar, cuando menos, al distraído viajero ;o bien queda de través en el camino como descomunal traviesa, allí permanece eternamente. Cuando en tránsito se halla totalmente obstruido, el remedio es sencillo en extremo: con media docena de mandobles, se abre una pica o trocha a la derecha o izquierda del camino obstruido, aunque se desvíe la dirección del mismo media legua, si fuera necesario. A estas sencillas operaciones quedan reducidas la reparación y mejora de los caminos de Támara, que, después de todo, son las mismas que se estilan en todo Casanare.
El camino más breve que comunica a Támara con el interior de la República, es sin duda el llamado de Minas, el cual se bifurca en lo más alto del páramo, siguiendo un ramal para Chita y Jericó, y otro para Socotá y Lagunaseca, pero es tan horroroso que no puede ser transitado sino con gravísimo peligro para el viajero. Otro es el que pasa por Ten y se junta al de Sácma; y el tercero es el que por Nunchia conduce a Labranzagrande y Sogamoso. Estos dos tienen el grandísimo inconveniente de los ríos, que, particularmente en ciertas épocas del año, son barreras infranqueables. Todos tres comunican, como queda dicho, con el interior de Colombia. Hay otro camino que, sino por su buen estado, al menos por su trascendental importancia, es el más importante para Támara. Me refiero al que comunica a esta población con los puertos de la Plata y Remolinos, sobre el rio Pauto. Pero lo malo es que el camino en cuestión tiene tan poco de camino como los anteriores, a pesar de invertirse en él, la mayor parte del trabajo subsidiario. Diré para terminar que las vías de comunicación de Támara, como observa muy bien el ingeniero Brisson, son la mejor defensa natural de ella. Por fortuna no parece lejano el día en que se inaugurará una nueva era de la prosperidad para este pueblo, así como para los del resto de la cordillera.
Los gobiernos nacional y departamental están animados de los laudables deseos, y lo que se está haciendo en toda la Republica ¿Por qué no hemos de esperar que se realizará también en estas apartadas regiones? Hace tres o cuatro años ¡Que digo! Hace una año no más. ¿Quién no habría tenido por visionario y soñador al que hubiese asegurado que en 1906 veríamos enlazadas por el telégrafo las poblaciones principales de Casanare, región inculta y salvaje morada de fieras y endriagos, y colosal cementerio de las víctimas de las fieras? Pues el año pasado parecía una quimera, un sueño fantástico, lo vemos convertido en realidad consoladora. Marroquin, Nunchia, Pore, La Trinidad, y Orocué, ven cruzados sus bosques y sabanas por los hilos eléctricos; y probablemente dentro de pocos meses podremos añadir a los anteriores los nombres de Támara, Moreno y otras poblaciones Casanareñas.
No se ha limitado el Gobierno Nacional a poner a Casanare en comunicación telegráfica con el mundo civilizado; la instrucción pública, la educación de la juventud, que es la esperanza de la familia y de la sociedad, es atendida de la manera más decidida, eficaz y digna de todo encomio. De este asunto trataremos en el lugar correspondiente. En Támara hay funcionando dos escuelas que bien pudiera llamar colegios; la de varones y la de niñas, dirigidas por un padre misionero y las Hermanas de la Caridad, respectivamente. A ellas acuden más de cien alumnos. Existe, además, otra rural en el vecindario de Chiflas, a orillas del Pauto. Gozo da ver, como estos niños, que hace un año se diferenciaban muy poco de los salvajes, obedeciendo alegres al ronco sonido del cuerno, corren y retozan para llegar a su querida escuelita.
Quiera Dios que la buena semilla que, con mano generosa se esta sembrando en este pueblo, de a su tiempo los apetecidos frutos que todos anhelamos.
· Excursiones por Casanare, P. Daniel Delgado, Agustino Recoleto. Primera edición, 1909.
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