Gracias Señor por habernos permitido tenerlo como sacerdote en la parroquia de Trinidad, durante la decada de los años setenta; un gran misionero como el que más, un hombre que entregó todo, su vida, sus energías, su salud, a nuestra querida parroquia, entregado por su territorio que dejo un gran legado en la educación veredal, y como cofundador del Colegio Agropecuario en ese entonces.
Durante cuatro años siendo muy joven, tuve la oportunidad y el honor de haberlo acompañado como su conductor, muchacho de confianza y motorista fluvial de la parroquia, gracias por sus enseñanzas y buenos consejos.
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