CUENTO DOMINICAL
DON DAVID BARRERA,Y LA GIGANTESCA BRUJA DE HALLOWEEN.
Por: Juan Carlos Niño Niño (Facebook).
A principios de los ochenta, un contrato de arrendamiento sería el inicio de una inquebrantable y perdurable amistad entre mi padre Julio Roberto y el Profesor David, quien le arrendó su primera casa en Yopal -en la carrera 20, cerca al ahora Parque la Herradura- y que se enriqueció aún más con la cercanía entre mi madre y su esposa Esperanza Estrada, en aquella época en que los Barrera Estrada eran los profesores –como también los líderes sociales- de la conocida y mítica Vereda El Garzón de la ahora capital departamental.
Al profesor David lo observaba desde mi casa en sus agotadores noches de estudio -cuando con luz de esperma en su nueva vivienda preparaba sus clases para la escuela de la Vereda El Garzón en Yopal- luciendo una cara tranquila pero concentrada, con una gafas transparentes que antecedían facciones marcadas y orientales, más un cabello negro que se “aplanchaba” a partir de una partidura en el lado izquierdo, vistiendo siempre impecable y elegante –con pantalón y camisa formal- que denotaba la rigurosidad y organización con los que asumía cada una de las tareas de su ahora corta vida, que sin duda fue un ejemplo a seguir por nuestra generación en nuestra naciente y pujante Intendencia de Casanare.
Era un hombre extremadamente decente, formal, cortés, jovial, pero a la vez con la suficiente seriedad y autoridad para manejar cada uno de los aspectos de su vida -incluido su hogar- lo que siempre me intrigó, hasta tal punto que varias veces estuve a punto de preguntarle cómo se lograba ese “equilibrio emocional”, pero lo respetaba tanto que nunca tuve el valor de preguntarle un aspecto tan personal, ni siquiera cuando una vez coincidimos en la sala de espera del Instituto Financiero de Casanare (IFC), cuando casualmente ambos necesitábamos hablar con el gerente de la mencionada entidad.
En 1983, un par de días antes del día de brujas, mi papá con unos amigos intelectuales de la población del piedemonte, se dieron a la tarea en nuestra casa de construir una bruja de más de 10 metros, que estaba soportada en una estructura de madera -similar a la torre de un molino- con una cabeza de arena y un sombrero negro en punta de hule, que su expresión en nada envidiaba a las películas del terror de la época, que posteriormente vendría a relacionar con la película “La bruja de Blair”.
Un problema sin resolver fue cómo forraban con tela negra la estructura de madera y en dónde se ubicaba la entrada al interior de la misma, desde donde mi papá la iba a maniobrar en el desfile de brujas por las destapadas calles de Yopal, hasta cuando don David llegó a la casa que nos tenía arrendada, para recoger a la pequeña Farley -su primera hija de cuatros años de edad, quien pasaba algunas tardes con mi mamá- y fue más que suficiente un par de observaciones con su brillante inteligencia, para que se replanteara el trabajo y al final ellos lo pusieran a él como director de la empresa, que en últimas vendría a salvar ese día a muchas vidas, como varias veces lo recordamos aterrados con los familiares de él.
A las 10 de la mañana -cuando el inclemente sol se apoderaba de nuestra población- la gigantesca bruja lideraba por las calles destapadas el desfile de Halloween, que era seguida por una carroza de cada uno de los escasos barrios de Yopal, más otra adelante desde donde la agrupación musical del pueblo, “Los Centauros de Colombia”, interpretaba el hit tropical del momento “Yo me voy para Mancondo”, interpretado originalmente por la orquesta colombiana “Los Hispanos”.
Al ritmo de tan pegajosa canción, a mi papá se le ocurrió poner a bailar a la gigantesca bruja, moviéndola desde el interior de la estructura de lado a lado -como un molinillo- haciéndolo cada vez más rápido, sin sospechar siquiera que los largos brazos de la bruja -que terminaban en grandes y sólidas manos de arena- daban sendos bandazos a todos lados, con el inminente riesgo de golpear de manera letal a quienes estuvieran al lado de la bruja, lo que generó momentos de angustia colectiva, cuando algunos se tiraban el suelo y otros trataban de escapar, mucho más cuando nadie veía la manera de avisarle a mi papá las consecuencias de la eufórica y peligrosa danza de la conocida hechicera.
Al conocer de antemano la estructura y funcionamiento de la ahora malvada bruja, Don David eligió el momento exacto para esquivar los manotazos y entrar al interior de ésta, en donde logró detener a mi papá y tomar inmediatamente el mando de la mencionada estructura, hasta llegar al antiguo Parque Ramón Nonato Pérez –un espacio rectangular con varios niveles y grandes escaleras, que construyó en esa época el Intendente Getulio Vargas - en donde los esperaba en un acto especial la Intendente de Casanare Luz Marina González Valcárcel, no sin antes Don David darle su buen “regaño” a mi papá por poner a bailar “Yo me voy para Macondo” a la mencionada bruja.
Ante las difíciles circunstancias económicas de esa época, mi papá le quedó debiendo varios meses de arriendo, cuando nos trasladamos a nuestra actual casa en el barrio Libertador, con el detalle que Don David nunca le cobró un solo peso -lo que confirma su altruismo y generosidad- que de ningún modo opacó el enorme respeto y estimación entre los dos, sino que al contrario durante toda la vida se ha mantenido ese lazo indisoluble entre las dos familias, aun cuando por las ocupaciones de cada uno nos es imposible encontrarnos con regularidad, sin dejar de mencionar que recientemente mi mamá fue invitada a almorzar a la finca “ecológica” de los Barrera Estrada –la recogieron en mi casa- en donde ella siempre comenta sobre los secretos y sabiduría de don David esa tarde en el arte de la gastronomía.
Coletilla 2: Es de anotar que Farley -en su condición de médica- varias veces se ha tomado el trabajo de aclarar y calmar mis constantes preocupaciones sobre enfermedades “imaginarias”, que de vez en cuando les suelo dar vida, por aquello de ser aparentemente hipocondriaco y psicosomático, o dicho de otro modo de un enorme tendencia a la autosugestión.
Por siempre, profesor David. Bendiciones!
* Escritor.
Yopal, lunes (festivo) 22 de marzo 2021
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