martes, 8 de septiembre de 2020

EL TRASLADO DE UNA TUMBA - Cronica Antiguo Cementerio de Yopal.

Antigua entrada al Cementerio de Yopal. Fotografía, Centro de Historia de Casanare, 100 años de Historia de Yopal.


Por: Profesor Servando Gonzalez.

Eran ya muchas y cada vez mas reiteradas la veces que se escuchaba la noticia de que los perros habían desenterrado un cadáver del lejano cementerio ubicado en las afueras del pueblo. De nada servían las tres cuerdas de alambre de púa que cercaban aquel lote donado por don José Silva para que enterraran los muertos del pueblo ubicado en el inicio de la gran sabana puerta de la llanura colombiana a orillas del caudaloso rio Cravo Sur.

Los perros no dejarían de desenterrar los muertos si no se cercaba el cementerio. En una labor de hormiguita, ella, nuestra Magnolia, con su misma abnegada y titánica idea en la cabeza habló con este, con el otro, gestionó aquí y allá, recibió un bulto de cemento aquí, unos ladrillos acá, unos viajes de triturado, otros ladrillos, y mas cemento, hasta que finalmente y con las donaciones de personas como el señor Piragauta, el teniente Riveros, don Eliecer Alarcón y todos los habitantes del pueblo, se inició la construcción del cercado. Se pusieron estacas, se templaron los hilos, se trazaron cimientos, se hicieron las bases y se inició el cercado por los cuatro lados.

Fueron cosas del destino que ya habiendo hecho las bases e iniciada la construcción de la cerca, y por el desorden reinante en la disposición de las tumbas cavadas porque cada que había un muerto se enterraba en cualquier lugar, retirado de los demás, sin una adecuada planeación u organización. se dieron cuenta que entre la maleza por uno de los lados de la cerca habían quedado por fuera del cementerio doce tumbas con sus respectivos cadáveres. ¿Que hacer?, ¿a quien acudir?, ¿correr la cerca y perder todo el trabajo y de paso todo el material que ya no alcanzaría?, ¿desenterrar los muertos y trasladarlos?, pero sin permiso de sus dolientes? …Pues no señores, se corrió el voz a voz para que quienes desearan meter a sus muertos que estaban afuera ayudaran a desenterrarlos y de paso implícitamente dar su aprobación para exhumar el cadáver.

 

Antiguo Cementerio de Yopal. Fotografía, El Heraldo.

Nadie apareció, nadie se manifestó, los muertos de tumbas que habían quedado fuera de las bases por las que a futuro se echaría la cerca de ladrillo no aparecieron, no hubo dolientes, eran unos muertos ya condenados al olvido, es decir unos muertos ya bien muertos, y por esta razón se decidió continuar con el proyecto… pero esperen… dentro de los doce muertos que quedarían desterrados del cementerio había uno que talvez si era importante, uno que talvez tenía dolientes y talvez vivía en la memoria de quienes en vida lo quisieron. Era fácil intuir la importancia de aquel muerto, en lugar de fosa como los demás este tenía un gran panteón bien hecho en ladrillo y cemento enchapado en baldosa y a manera de cajón que sobresalía sobre los demás y en su interior sembradas un jardín de hermosas flores.

No era tan fácil dejar por fuera esa tumba, además porque era la única bonita y bien construida que dicho de paso serviría como adorno en el cementerio, pero volvíamos a la pregunta inicial. ¿Qué hacer?

Y fue así como ante la necesidad apareció el ingenio y sabiduría de nuestra gente. Ella, igual que todos los habitantes del Yopal escuchaban la remota noticia de la gran ciudad, de la gran capital del país en la que un brillante ingeniero en una tarde bogotana comprobó al mundo que mediante un sistema de rieles se podía correr un edificio de cuatro mil ochocientas toneladas ubicado en la calle diecinueve con avenida Caracas en pleno centro de la ciudad sin que apareciera en él ni una solo fisura, ni un desplome, ni ninguna afectación. Ese seis de septiembre de mil novecientos setenta y cuatro hubo un triunfo a nivel internacional de la alta ingeniería colombiana registrada en el libro de los guinness records a nombre del ingeniero Antonio Páez. Esto sirvió de inspiración a la respuesta de una pregunta: ¿y si en Bogotá se podía correr un edificio porqué no una tumba en Yopal?

 


Se convocó a los hombres del pueblo para iniciar el traslado de la tumba, se hicieron las excavaciones por debajo de las pequeñas bases de la tumba y se metieron maderas rollizas de guadua por las que se desplazarían las otras puestas a manera de rodillo, se empujaba y a medida que se avanzaba se ponían adelante las guaduas redondas que iban sobrando atrás. Fue una labor, lenta, pesada, tortuosa. Se avanzaba, el calor hacia mella en nuestros criollos ingenieros, pero la tarea no se iba a detener, y si en Bogotá habían corrido un edificio, pues en Yopal estábamos corriendo una tumba. La alegría del deber cumplido estalló una vez traspasadas las bases de la cerca y ubicada en su lugar definitivo en el que estaría bien ubicado el muerto hasta el fin del fin. Descansaron, se abrazaron, rieron y brindaron con el aguardiente que apareció de algún lugar y hasta parecía un sueño del que aún no despertaban. Habían logrado una hazaña que ojalá traspasara los confines de la tierra y del tiempo, habían permitido la entrada de un buen muerto a su cementerio, lo habían adornado y de paso habían hecho gala de su ingenio, de su trabajo y de su decisión, ¿que mas le podían pedir a la vida?

Los trabajos de cerca del cementerio continuaron, terminaron, y fue así como se les quitó la costumbre a los perros de desenterrar cadáveres. El pueblo continuó en su diario devenir, pero ya modernizado porque tenía cementerio cercado… pero un día, un desdichado día… unas personas venidas de las lejanas tierras de Trinidad buscaron a Magnolia para reclamar el traslado de la tumba de su bien amado muerto, ella con la desazón que produce tanto ingenio, tanto trabajo y tantas alegrías de toda una comunidad enfocada a trasladar esa tumba les hace entender el sentimiento que tenía por lo desagradecidos que eran, pero ellos, sus dolientes responden con claridad que valoran mucho, agradecen y aplauden las acciones del pueblo. Con lo que no estuvieron de acuerdo es que hubiese trasladado la tumba y no el muerto, pues a éste ellos lo habían enterrado en una fosa muy profunda y tiempo después sobre esa fosa habían construido la tumba trasladada, le dijeron que su muerto había quedado sepultado para siempre por fuera del cementerio, debajo de una calle y la tumba trasladada estaba vacía. Ya nada se le iba a hacer, el mundo es así, de risas y alegrías, de dichas y pesares, así es nuestra historia, la de grandes titanes y quijotescas acciones, la de locuras y llanto como el de nuestra Magnolia el día que supo que había corrido una tumba desocupada.

Publicado en Facebook: Pagina Servando Gonzalez, 18 de Abril de 2020. 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario