LA ECONOMÍA DEL HATO LLANERO, UN EJEMPLO DE PLANEACIÓN EMPIRICA PERO PRECISA!
Facebook: Yilver Alonso Mendivelso
Las barrancas del Orinoco vieron la
llegada en 1531 del español Diego de Ordaz, quien ambiciosa y desenfrenadamente
buscaba el mítico Dorado.
El pueblo indio de Uyuparí fue testigo
de la codicia del militar y explorador gallego, quien a su paso iba destruyendo
poblados y asesinando sin piedad indios orinocences.
No encontró el dorado, pero si una
pampa infinita que la consideró suya y a su regreso a España en 1532 llevaba el
mensaje a los reyes católicos sobre su descubrimiento y la importancia que
sería para la corona, tener el dominio y explotación de estas tierras.
Fue la compañía de Jesús fundada en
1534 por el español Ignacio de Loyola quienes materializarían en los llanos colombo-venezolanos
el sueño de Ordaz, Los jesuitas fueron innovadores en la explotación de sus
haciendas y propiedades en la América Hispánica. Durante los siglos XVII y
XVIII supieron gestionar verdaderos emporios agro-industriales con métodos de
gerencia que se adelantaron a los utilizados en la actualidad.
Las misiones de Jiramena, Casimena,
Surimena, Macuco las costas del Río Meta, Macaguane, Betoyes, Patute, Tame y
San Salvador en lo que hoy es el territorio araucano, El Raudal, San Borja en
el alto Vichada, Carichana, Urbana, Encaramada y Cabruta en territorio
Venezolano sobre las margenes derecha e izquierda del majestuoso Orinoco.
Estas misiones que en sus inicios
tenían un carácter evangelizador, fueron aprovechadas por los jesuitas para
ampliar su espectro dentro del territorio que les fue encomendado. Fundaron
grandes haciendas, verdaderos centros agroindustriales que les generaron tanto
poder financiero que generaron celos en la alta sociedad europea del siglo
XVIII, lo que conllevó a su expulsión en 1767 bajo la corona de Carlos III.
La Hacienda Apíay, Cravo, Tocaría y
Caribabare fueron el centro económico de los llanos, llegando a tener unas 80
mil cabezas de ganado a la fecha de su expulsión, además de generar entorno a
la hacienda todo un complejo de abastecimiento bien planificado que perduró en
los hatos llaneros del siglo XX.
Una prueba de lo planificado que eran
estas Haciendas, se puede probar en el inventario de la Hacienda Caribabare,
que reposa en el Archivo General de la nación y que entre otras cosas cita lo
siguiente:
“ 9 de octubre de 1767- don Francisco
Domiguez, gobernador y corregidor de la provincia de Santiago de la Atalaya y
los llanos de Casanare hizo inventario de los bienes de la capilla
perteneciente a la hacienda Caribabare, con la asistencia del padre Manuel
Alvarez, así: una capilla de bahareque y palma, puerta de tablón, cinco
ventanas en bambu, altar mayor o tabernáculo de tres cuerpos en madera y tabla
pintada en color dorado y otros colores y un sagrario de la misma conformidad.
Pinturas de Santa Barbara, San Pablo, Santa Lucia, San Ignacio y San Juan
Nepomuceno. Sobre el sagrario una estampa de nuestra señora de los Dolores y
una cruz común del santo Cristo, diecinueve candelabros de bronce torneado y
plata, un incensario y una cuchara de plata.
Ornamentos sagrados para vestir en la
misa sacerdotes y acólitos y un caliz de bronce y un platillo de plata. La casa
de la hacienda caribabare es de bahareque, once puertas de madera y doce
ventanas, seis caneyes donde dormían los esclavos de la hacienda también en
bahareque y tablas, incluidos en ellos la enrramada, el trapiche, la
carpintería y comedores. Hay diferentes muebles, algo más de dos arrobas de
bala de munición, cinco fusiles, un trabuco y un par de pistolas.
Doce litros de aguardiente, cincuenta
y una arroba de cacao, dos mamajuanas de vino, catorce aperos de fique, treinta
y dos costales, libros para cuentas, bautismos, casamientos y entierros,
títulos de tierra misiones y esclavos, dos mil seiscientos cuarenta y nueve
reales, una biblioteca, instrumentos musicales arpa etc…. Esclavos diecisiete
hombres, dieciocho mujeres y veintidós niños…!1 Tomado de Revista Caribabare
Hato Corozal Año 13.
Al ser expulsados los jesuitas, sus
propiedades pasan a manos de otras órdenes religiosas y laicos a través de la
junta de temporalidades, quienes dan un manejo irregular a estas y ocasionan el
fraccionamiento territorial y la descomposición de la solidez económica
alcanzada por los jesuitas.
El ganado al no tener al indio vaquero
que lo llevara a la majada o lo pastoreara comenzó a salirse de los límites de
la hacienda y a recorrer el llano, reproduciéndose a la vez lo que dio el
origen al ganado cimarrón o mañoso, que se convirtió también en un salvavidas
para los europeos que no habían encontrado el dorado, se convirtió el ganado
para estos en una fuente alternativa de ingresos y para el indio en un medio de
supervivencia pues aprendió a cazar el ganado para su alimentación.
Ese fraccionamiento territorial,
sumado al abandono del gobierno colonial dejó inmensos territorios baldíos que
fueron copados poco a poco por colonos provenientes del centro del país,
quienes encontraron en el llano el verdadero dorado: tierra sin dueños y ganado
cimarrón como topias.
Nace hato llanero, anclado en la
profundidad de la pampa con propietarios foráneos pero administrados y
construidos por el indio llanero quienes hicieron una planeación empírica pero
acertada en la fundación de los cientos de hatos que se dieron en el siglo XX
entre las llanuras del Meta, Arauca, Casanare y Vichada.
Es la expresión del latifundio,
criticado por ser una expresión de dominio, poder, usurpación y centro
económico de quienes los detentan. Pero fue la estructura económica que sostuvo
al llano en el siglo XX, pues hasta hace un par de décadas se iniciaron
procesos productivos ajenos a la ganadería como la agricultura, los
monocultivos, la agroindustria y la actividad petrolera.
Los hatos contaron con una estructura
administrativa jerarquizada, el blanco o patrón su cabeza principal, un
administrador general de absoluta confianza, un encargado, un caballicero
mayor, un caporal de sabana, vaqueros, mensuales, señoras del servicio
doméstico, becerrero y los mensuales de patio o peroleros.
Cada rol dentro de la estructura
administrativa del hato tenía vital importancia, pues el trabajo coordinado y
planificado permitió ser emporios económicos muchos de ellos inmersos en
relatos de famosos escritores como el Hato de Mata de Palma de Ramón Oropeza,
ubicado en las sabanas entre el Pauto y el Yatea, El Tigre de los hermanos
Ernesto y “tito” Reyes caracterizado por la fiereza de su ganado, la extensión
territorial y ubicación estratégica.
Hoy sobreviven muchos Hatos anclados
a las sabanas araucanas, casanareñas, metenses y vichadenses, donde sus dueños
originales casi que han desaparecido, en algunos casos los herederos o la línea
sucesoria casi que han eliminado muchas de las costumbres de antaño de viejos
llaneros; por ejemplo la penetración de carreteras han permitido cambiar el
arreo de ganado a Villavicencio, Sogamoso o cebaderos de la “loma” por
caravanas de camiones que han dejado solo al cabrestero y sin trabajo al
chocotero.
El ganado macho ya no se capa (
Castración), no se marca el ganado en las orejas con cuchillo y los trabajos de
llano se ven acompañados ahora de llaneros con cachucha, embotados, celular y a
las reuniones enero, mayo y noviembre, ya no llegan los vaqueros en su caballo
sillonero, su medio de transporte en su mayoría es la moto, el carro de línea o
un camión ganadero.
La muerte del patrón, o el
desplazamiento por causas de la violencia fueron las pocas causas que llevaron
a la desaparición de los hatos en los llanos colombianos, ya quedan muy pocos
latifundios y muchos de ellos están en fraccionamiento territorial por procesos
de sucesión tras la muerte de su fundador o fundadores, la incorporación de
otras actividades productivas como el arriendo de las sabanas para monocultivos
de palma y arroz y la escisión del hato mayor en “fundaciones” distribuidas en
el árbol genealógico de la familia, por efectos legales, tributarios y
económicos lo que ha hecho que hoy hatos como El Tigre de José Dolores Avella
q.e.p.d sea una propiedad de no más de 800 hectáreas.
Enfrentar la fiereza del indio, la
carencia de vías de comunicación, el invierno en el llano, el suministro de
provisiones y la doma del ganado cimarrón, fueron las circunstancias en las que
los fundadores de los hatos llaneros vieron crecer su emporio, por eso para
ellos era fundamental la correcta planificación so pena de morir en la absoluta
lejanía.
Esta planeación, empírica pero
precisa no dejo detalles al azar en la vida del hato llanero, desde el manejo
del personal hasta dominar la hostilidad de los caños y esteros para garantizar
el agua en el verano para el ganado, fueron entre otras actividades que
hicieron grande el llano en materia económica, pues hablar de Casanare en el
centro del país era hablar de hato y ganado.
Se ubicaron siempre cercanos a una
fuente de agua, especialmente de ríos que más adelante se convirtieron en
aliados para el suministro de provisiones y comercialización de ganado, en
terrenos altos, aunque hablar de terrenos altos en el llano es incompatible sí
existen unos sectores de la sabana que se llaman bancos, médanos o banquetas
generalmente paralelos a cañadas, esteros o caños donde era ideal para la
construcción de la casa principal.
Indispensable que los baldíos a
ocupar tuvieran límites naturales, pues no había cercas de alambres o palizadas
para delimitar el territorio del latifundio, entonces una mata de monte, una
piña de corozos, una mata de palma, un caño o una laguna demarcaba en líneas
rectas la jurisdicción del hato.
El maestro cachi Ortegón en su prosa,
protesta frente a las medidas tomadas por los dueños de hatos modernos;
“Encerró lo que era suelto, acabó las
mañoseras y revolcó los bajumbos levantó una callejuela pa’ deja’ un solo
camino en donde había tanto rumbo, y cambió con un letrero el nombre que hizo
baquianos por uno del otro mundo, aunque compre el resto el llano yo no le
vendo mi fundo”.
Continúa....
Por: Yilver Alonso Mendivelso
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