Por: Alberto Martínez Delgado.
El Tigre fue un hato fundado por don Policarpo Reyes en 1885. Fue uno de los más extensos que hubo en Casanare durante los años 1910 a 1970, estaba ubicado entre los ríos Pauto y Meta. Mantuvo dos hatos más, El Maligno y Platanales, y pertenecía al municipio de Orocue.
Era tan grande su desarrollo ganadero, que las reses se criaban salvajes, es decir sin ninguna marca ni cifra que las identificara.
Un nieto del primer encargado de don Polo, como le decían, contaba que las primeras trescientas novillas con que fue iniciado el hato, a todas las mataron los indios. Pero que don Polo no desfalleció en su empeño: compro otras trescientas novillas, y con ellas trajo sementales de España, pero lógicamente que toros de lidia. Soltó esa novillada con treinta toros en esas interminables sabanas, ya amadrinados.
¿Qué sucedió?, que cuando esos toros veían al indio cerca al rodeo los embestían, los corneaban y los dejaban aporreados. Decía este señor que en muchas ocasiones encontraron indios muertos por los toros. Fue la forma como logro don Polo llevar acabo la formación de ese hato.
“El Tigre” se creció tanto que don Polo no se preocupó de marcar sus ganados, sino que, como ya dijimos, se criaban salvajes. También lo hacía con el fin de que se les dificultara a los indios su carneo. Pero llego a tal punto el salvajismo de estas manadas que para recoger ganados para la venta, los vaqueros tenían que llevar a cabo toda esa faena: Primero, saber jinetear, o sea domar el caballo para salir al ojeo. Si el jinete se dejaba tumbar, el caballo se perdía con la silla, el vaquero perdía la silla y el patrón perdía el caballo, por que el animal casi siempre se moría corriendo con esa silla en sus lomos. Es que los caballos eran completamente salvajes, como el ganado, pero sí muy buenos para la vaquería, porque eran criados en convivencia con los toros y eran tan ariscos como ellos.
Un caballo “tigrero” no se dejaba cornear de ninguna manera. Entonces decíamos que el vaquero que pensaba ser trabajador “tigrero” tenía que saber jinetiar y torear, porque la faena completa era: enlazar el toro, el solo vaquero; tumbarlo, manearlo, naricearlo, pegarlo a la cola del caballo y luego montar, soltar el toro que había sido maniado de soltadera: el toro se paraba hecho una culebra, le embestía al caballo, y este a veces no arrancaba, si no que se ponía a brincar. Si el hombre no sabía jinetear, era el momento en que se dejaba caer, y toro y caballo arrancaban solos. Pero una cosa más: para que el vaquero pueda tumbar el toro tiene que torearlo y de una pasada cogerle la cola, colearlo y tumbarlo y hay si manearlo. El que no sabía hacer todo ese trabajo, era descalificado y por lo tanto no se podía dar el lujo de ser trabajador “tigrero”, que muchos llaneros siempre quisieron alcanzar. Porque la mejor recomendación para conseguir trabajo en un hato grande por la época, era haber sido vaquero de llano en El tigre. Y es que en ese hato no se paraba rodeo alguno, los ganados eran salvajes , ya lo dijimos. El caso era que las toradas para la venta eran cogidas a soga, y por eso cada vaquero tenía la obligación de enlazar o agarrar un toro en cada ojeo. Si el animal le reventaba la soga, tenia que cogerlo “toriao y coliao”, como decían ellos. Esa era condición impuesta por el codueño y administrador del hato, don Ernesto Reyes “Pipo”, y la exigía por que el sabia hacerlo. Decía don Pipo: “Es que para mandar y exigir hay que saber hacer lo que se ordena”.
Máxima muy sabia... Antes de terminar esta narración sobre el Hato “El Tigre”, debo explicar que desde la madrugada salían los llaneros con don Pipo a la cabeza arreando los madrineros, que era un lote de toros ya mansos y domados para ir soltando sobre este núcleo, los que en el ojeo habían lograda agarrar los vaqueros. Ya por la tarde regresaban al hato y después de encerar en las majadas las toradas, sacaban la becerra para calmar con su carne el apetito acumulado en toda es jornada de trabajo.
Esa ha sido la costumbre en todos los hatos del llano, tanto de Casanare como de Arauca.
Todo puede faltar menos la carne asada todos los días del trabajo.
Fuera del Tigre, que para la época de los años 35 al 60 era el hato estrella en Casanare, hubo otros hatos famoso.
Tomado de: Casanare y su historia. Alberto Martinez Delgado. 1990.
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