Sogamoso y el Camino de Piegallo, s. XVI-XVII. Hoy, carretera del Cusiana.
Por: Fernando Vega.
El establecimiento de las primeras fundaciones hispanas, avanzó a la par de las misiones y de la comunicación entre las primeras ciudades españolas, durante la primera mitad del siglo XVII, dichas “ciudades” convivieron en un sistema esclavista, sujetas al proceso de conquista de indios. Una de las iniciales fue Santiago de las Atalayas, población fundada a orillas del río Aguamena en septiembre de 1588, por el capitán Pedro Daza. La conformación de las misiones en la región llanera comprendía la reducción y el adoctrinamiento de indígenas. Este pueblo español, durante la segunda mitad del siglo XVII se consolidó como ciudad de frontera en la región, y centro económico notable y motor de la colonización del llano.
El proceso de colonización y las condiciones políticas de la región se agilizaron y cambiaron, de acuerdo con la reconstrucción y reafirme de la senda del Camino de Piegallo, que comunicaba la ciudad española de Santiago de las Atalayas antigua capital de los Llanos de Casanare, con Sogamoso; la ruta partía de la ciudad de Santiago por el piedemonte hasta la altiplanicie de Toquilla, pasaba por la jurisdicción de Pueblo Viejo, y por la margen oriental del lago de Tota hasta Sogamoso. Sogamoso era centro de operaciones de las misiones, y los encomenderos más adinerados y poderosos de la región, vivían en las poblaciones del interior como Tunja y Sogamoso.
Es así que: “en la última década del siglo XVI, el cabildo de Tunja emprendió el segundo intento de fundación (de Santiago) encargando el castigo de los indios y la reedificación de la ciudad al capitán Alonso Carrillo. Diego Suárez Montañés, regidor perpetuo de Tunja, abrió el primer camino al llano conectando el corregimiento de Sogamoso con la nueva población gracias a los indios de Tota que le habían sido encomendados desde 1562”.
La construcción de caminos entre uno y otro polo de crecimiento, hace parte del proceso que se incorpora dentro de las fases de colonización en el lugar, que se habrían efectuado mediante la migración de los indios de las tierras altas al piedemonte llanero, migración que se intensifica con la colonización y devastación de las poblaciones del altiplano cundiboyacense durante la conquista, y por supuesto, con los traslados de indios de las encomiendas de Pesca, Bombasa, Toquechá, Moquechá, Tota y Chámeza en lo que deduce Castro Roldán, "sería la primera base poblacional del núcleo santiagueño y explicarían la vocación algodonera de la región hasta el siglo XVIII".
La migración de grupos indígenas del interior fue numerosa, esto incrementó el número de indios en la Serranía de Morcote, y de acuerdo con el padre Juan Rivero:
“pese a las desfavorables condiciones, en que se daba el adoctrinamiento de estos grupos indígenas de la serranía de Morcote, su número era bastante grande, dado que “en solo Morcote”, Pauto, Támara se contaban como seis mil almas cuando entraron a ella los padres, y junto con los tunebos del pueblo de Chita formaban un gentío muy cuantioso y difícil de adoctrinar, por la variedad de lenguas” y por la tradición nómada y seminómada que guardaban los indígenas: morcotes, guasecos, tunebos, támaras, y cacatíos, “todos ellos diferentes entre sí, tanto por su mansedumbre como por su inclinación a recibir la doctrina”.
Los establecimientos hispanos definieron una nueva pauta en el intercambio indígena, y en el modo de producir e intercambiar. Por un lado, las rutas y caminos en los que se comercializaba, pasaron a ser objeto del poder colonial, y los indígenas que por tanto tiempo habían mantenido las sendas, pasaron a ser baquianos, guías y constructores de nuevos caminos. Por otro lado, El hecho de componer polos con determinada importancia económica, en este caso pueblos y ciudades, es que se consolida un vínculo “fijo” de complementariedad económica y de recursos, permitiendo el flujo de todo tipo de relaciones, pero también de reciprocidad material, puesto que el camino estuvo vinculado tanto a los centros de intercambio y poder que mantenían el camino, como las poblaciones estaban sujetas a sus rutas y sendas materiales, para intercambiar, viajar y transportarse, y en ese sentido, fueron los indígenas los constructores de los caminos, los que determinaron la sendas y lo mantuvieron por lo menos hasta mediados del siglo XIX, de manera que muchos de ellos fueron caminos ancestrales y otros construidos con prácticas antiguas entremezclados con las modas constructivas de los nuevos vecinos.
@Fernando Vega
Ilustración: Jorge Enrique Cifuentes.
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