jueves, 23 de enero de 2025

NOSTÁLGICO VUELO DEL AEROBANCO.

 

NOSTÁLGICO VUELO DEL AEROBANCO.

Justo cuando el avión empezaba a despegar, falló el motor derecho y el aeroplano se partió en dos. Las maletas volaron en mil pedazos y los billetes volaban, la gente que estaba en la pista corrió a recogerlos por puñadas para volverlos a guardar en el maletín.
Omar Marino Rodríguez Especial para LLANO 7 días, 01.12.2000.
En el arqueo solo faltó una moneda de 10 centavos. Estas imágenes, ocurridas en la pista de Miraflores (Guaviare), quedaron irremediablemente gravadas en la memoria de Alfredo Sánchez Molina, uno de los últimos aerobancos del Llano, como se les conoció a los funcionarios del Banco Bogotá que en avión llegaban a las regiones selváticas para prestar los servicios de la entidad financiera.


Los aerocajeros fueron cinco, se turnaban y semanalmente hacían un viaje a los departamentos de los antiguos Territorios Nacionales. Ellos tenían el poder de cambiar cheques, autorizar sobregiros, recibir consignaciones y realizar préstamos en poblaciones del Llano y la selva.
Despachaban en tiendas, sastrerías o pequeños almacenes y eran tratados como si fueran los verdaderos gerentes del banco. Eran personas muy conocidas, apreciadas y respetadas en toda la región, pues de ellos dependía en gran parte el buen funcionamiento comercial de los pueblos del Llano, por esa época.


Pero a Alfredo Sánchez Molina además le correspondía establecer las localidades que más garantías brindaban para abrir allí las oficinas del Banco Bogotá.
Utilizaban los servicios de Satena, Tagua y monomotores contratados de manera exclusiva, aunque muchas veces los aerocajeros debían navegar por ríos en pequeñas embarcaciones hasta llegar a los hatos donde requerían su presencia pero que no contaban con pistas de aterrizaje.
El comercio ya sabía qué día llegaba el aerobanco. Y cada mes este servicio era complementado con transporte del correo y del periódico y la atención médica gratis.
Los aerobancos comenzaron a volar en los años 60 pero desaparecieron en los 90, debido al rigor de la violencia, a los atracos en Cravo Norte e Inírida y a los accidentes en la Hermosa (Casanare) y en el aeropuerto Vanguardia, donde se perdió el dinero y las aeronaves.
Por los buenos resultados de este sistema colombiano, la entidad bancaria mereció el premio internacional Top de mercadeo. Italia, Alemania y Panamá, pidieron información y asesoría para copiar el singular servicio bancario.



Justamente al vecino país fue comisionado Alfredo Sánchez Molina para que compartiera con funcionarios del Banco Nacional sus experiencias y conocimientos adquiridos con los aerobancos, sistema ideado por Jorge Montenegro, un Vicepresidente del Banco.
Alfredo inició su carrera en el banco como mensajero y finalizó como subgerente de crédito y hoy, cuando está retirado de esta actividad, siente nostalgia al recordar las anécdotas de aquellos viajes, como la del campesino que encontró su maletín lleno de billetes y de inmediato salió como loco a buscarlo para devolvérselo.
La honestidad de entonces era tal que recuerda- uno pernoctaba en casas de amigos, con todo el dinero y no pasaba nada, pero no faltó el piloto que quiso convencerlo de que huyeran hacia Venezuela. Pero cuando llegó a Villavicencio hizo que cambiaran el piloto con la excusa de que este era muy loco.


Uno de los recuerdos que más marcó su vida fue el accidente aéreo en 1977. Era lunes y tenía que viajar a Paz de Ariporo, para lo cual reservó pasajes en un avión de la empresa El Venado, sin embargo, no viajó porque un compañero suyo lo convenció de que viajara en la avioneta contratada por el banco.
Y sin saberlo, con esa decisión estaba salvando su vida. El avión en el que pretendía volar se precipitó a tierra en el aeropuerto de El Yopal. Todos los pasajeros murieron y Alfredo Sánchez Molina fue llorado y sepultado simbólicamente. Su fallecimiento quedó registrado en una placa en el sitio del accidente aéreo.
Hoy, en su empresa inmobiliaria, el recuerdo y la nostalgia lo embargan, pero siempre con la satisfacción de saber que pudo servir a muchos y que con su labor, como la de los demás aerocajeros, contribuyó al desarrollo comercial de muchas regiones apartadas en esta media Colombia.
Tomado de EL TIEMPO.